En el corazón de la capital japonesa, a orillas de la bahía de Tokio, frente a la estatua de la libertad, se encontraba la única propiedad residencial que jamás tendría la familia Stark al otro lado del Océano Pacífico. Una gran mansión de diseño mediterráneo, la cual se hallaba emplazada en una isla artificial; siendo el complejo rodeado por un inmenso jardín, atravesado por senderos de adoquines. Caminos que, a su vez, conectaban el edificio principal con los distintos departamentos externos de este, así como con el exterior. Puertas adentro residía una única persona, quien además era el propietario de la finca.
Su nombre era Pietro, y no era sino el último de los Stark. Así mismo, era él el dueño de todo el patrimonio que con los años había sido vinculado a su apellido. Del imperio que había comenzado su abuelo, él era la triste realidad que prevalecía.
Vivía bajo un techo de profunda soledad al cual se había malacostumbrado, pues jamás había conocido otro hogar que no fuera este; no uno que pudiera recordar. Para bien o para mal, aquella era su casa, aquel era su castillo. Y en sus aposentos, dormía profundamente sobre una cama que le quedaba tan grande como la mansión en la que vivía.
Lentamente, la madrugada se iba acercando a la mañana; y con ello las sombras se iban desvaneciendo para dar lugar al brillante amanecer. El sol comenzaba a reflejarse sobre las aguas de la bahía, y pronto las luces del alba penetrarían en su habitación, alumbrando su rostro tenuemente.
Bajo el primer fulgor de la mañana, su faz era protagonizada por ríos de sudor frío que recorrían su palidez, deslizándose por sus mejillas. La quietud de la noche nunca le había resultado piadosa, pues sufría de terrores nocturnos. Cada vez que sus párpados cedían al cansancio, padecía un profundo tormento que cobraba la forma de un sombrío sueño que se aferraba a él, casi intentando advertirle de algo que era incapaz de comprender. Ante tal mal, ni siquiera las paredes de su mansión podían protegerle, ni siquiera el aislamiento que él mismo había creado. E hiciera lo que hiciera, esa pesadilla estaría allí para acompañarle en el lecho. Después de todo, siempre había sido así; o al menos lo había sido desde que tenía memoria. Por eso mismo, pocas veces podía disfrutar de un descanso pleno, llevándole la angustia producida a revolverse entre sus sábanas; en una torpe búsqueda por liberarse de la prisión en la que se convertía su mente cada noche.
Aquel día, sin embargo, algo interrumpiría el trance; deteniendo el delirio que le hacía sufrir de tanta angustia. Y al hacerlo sería forzado a despertar, teniendo que enfrentarse ahora a un susto que resultaba ser tan real como la vida misma.
— ¡Friday, desactiva el protocolo de autodefensa! —exclamó, dejándose la voz en el comando que surgía de sus labios—. ¡Control manual!
Una armadura de metal se postraba frente a él, amenazando su integridad con su presencia; extendiendo su brazo en dirección a su cabeza, palma abierta. Verlo tan cerca lo asustaba, pues no era difícil el interpretar aquello como una declaración de intenciones. Intenciones que quizás se hubieran llevado a cabo si no hubiera sentido el cambio de peso en su colchón.
Sin saber que estaba ocurriendo, y portando aún la angustia que le había acompañado a lo largo de la noche, no tardaría en caer presa de la paranoia, apartando frenéticamente las sábanas de sí mismo, abandonando su lecho.
— Joder, joder, joder, joder. —se diría ansioso a sí mismo.
Intentando escapar desesperadamente de tal fría presencia, tropezaría en su camino con las mismas telas de las que anteriormente había intentado desprenderse con nerviosismo. Al caer de bruces contra el suelo, se vería completamente consumido por el pánico, arrastrándose con gran ansia en dirección a la pared más cercana. Y en esta apoyaría su espalda, intentando controlar su respiración. Buscaba tranquilizarse, pues tanto era el estrés vivido que era capaz de escuchar a su propio corazón golpeando su pecho; casi luchando por salir de su cuerpo.
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Avengers: Project Japan
ActionTras tres años de vigilantismo irregular, Pietro Stark será comprometido por sus actos en un juicio que no solo terminará de definir su destino, sino el del mundo entero. Pues en su desenlace, se sentarían las bases de un grupo que lo cambiaría todo...