Entre la espada y la pared

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                Hacían ya las siete de la tarde, la hora que él había escogido para aventurarse a salir de su zona de confort. Era cuestión de tiempo que vinieran a recogerle, y lo cierto es que estaba bastante nervioso al respecto. Solo había dos cosas que le hicieran salir de casa, la compra y el trabajo; y por ello necesitaba mentalizarse para algo tan simple como lo era el aparentar ser una persona normal. Y si le añadía el hecho de que hacía eones que no se proponía el ver a alguien, la situación se tornaba más difícil aún.

Inquieto, miró su reloj de pulsera, buscando tranquilidad en el pasar de las manecillas. No ayudaría demasiado.

— Señor Stark, ¿Sabía que se ha arreglado el cuello de su camisa un total de quince veces en un margen de ocho minutos? —dijo Friday, cortando la tensión como si esta se tratara de mantequilla—. Y eso por no hablar de las veces que se ha visto la muñeca.

— No entiendo que quieres decirme —respondería el castaño—. Me encuentro perfectamente. ¿Yo?, ¿nervioso? Para nada.

— No he dicho eso —replicó la IA—. Aunque me alegro de que se encuentre bien.

La condescendencia que arrastraban sus palabras provocaría que el otro se calentara, tenía demasiado orgullo como para admitir su vulnerabilidad.

— Así es, Friday —añadió con rabia, casi escupiendo sus palabras—. Hacía taaaanto que no me encontraba tan bien y tan seguro de mí mismo.

— Ya veo. Una pena que su pierna no parezca opinar igual, señor.

Humillado, Pietro emplearía sus dos manos para sujetarse una rodilla que llevaba minutos moviéndose de forma descontrolada. Molesto por el repunte, se levantaría del sillón en el que se encontraba sentado, empezando a dar vueltas sin rumbo por la habitación.

— Todo esto te tiene que estar pareciendo muy gracioso.

— No tanto como usted cree, señor —contestaría la otra con serenidad.

Ante tal respuesta, se mantendría en silencio sin nada más que decir o aportar. Y cansado de sí mismo se dejaría caer al suelo, con ayuda de la pared más cercana.

Tras un breve silencio, volvería a retomar la conversación con un tono envuelto en arrepentimiento.

— ¿Estoy a tiempo de llamar a Hogan y decirle que no venga?

— Lamento decir que no es posible —respondió la inteligencia artificial—. Ya está en camino, y ya sabes que se mudó a esta ciudad precisamente por usted. Lleva esperando esto demasiado tiempo.

— Y le rompería el corazón.

Las palabras del castaño pesaban, estaba claro que Pietro no ignoraba el compromiso.

— Y le rompería el corazón —repetiría Friday, destacando lo que el otro acababa de decir.

Después de unos instantes de conflicto interno, el joven se levantaría repentinamente del suelo, y por sus labios surgiría una expresión fruto de la frustración.

— ¡Joder!

— ¿Qué sucede ahora, señor Stark? —preguntó su compañera inocentemente.

— Nada, que todo esto es una mierda —respondería con rabia este—. ¿Hay algo que quede por hacer en casa?

Deseaba hacer tiempo mientras esperaba, pues sabía perfectamente que cuanto más pensara al respecto de su decisión, más probable era que se encerrara en su castillo. Y, en el fondo, la idea de eso se le hacía completamente detestable.

Avengers: Project JapanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora