⇒ Two

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El funeral de Nakahara Chuuya se conmemoró un día preciosamente soleado, sin tanto calor ni tanto frío, un clima igual de maravilloso que la persona difunta. Rodeando la caja fúnebre, que ni siquiera contenía el cuerpo dentro ya que no fue encontrado nunca, un par de personas se acercaron a dejar camelias. Las favoritas de Nakahara por su belleza y significado.

Se llevó a cabo con la mayor formalidad que asesinos y criminales pudieron darle, deseaban que se tratara de un evento honorable y honrrado, algo de lo que Chuuya pudiera estar feliz. Pasaron los minutos de silencio y respeto que el ejecutivo se merecía, unos lloraban irremediablemente por la persona que había sacrificado su vida por la de ellos, otros sólo se mostraban indiferentes por la perdida, unos cuantos no debajan que sus lágrimas salieran con tanta naturalidad.

Akutagawa no permitió que Osamu se presentara al funeral.

Y no muy lejos, Kouyou se veía ciertamente melancolica, pero no podía presentarse débil cuando su corazón permanecía intranquilo desde que el pelirrojo desapareció para luego observar el ataud completamente vacío. Y lo que consideraba más un pecado que una simple negligencia estaba por atormentarle hasta la muerte, ya que si le hubiera escuchado en su momento, Chuuya seguiría a su lado.

Lágrimas, gritos, llantos y reclamos por parte de muchos. Nada de eso podría traerlo de regreso y poder decirle todo lo que siempre quisieron, darle las gracias por sus enseñanzas, poder abrazarlo a pesar del orgullo que se cargaban encima, llevarlo de fiesta una última vez. Verlo sonreír una vez mas, así fuera la última.

Y no era culpa suya, realmente.

Al concluir, Mori agradeció la prescencia de la mayoría de los miembros de la Agencia, ese chico de cabello bicolor incluido. Sus expresiones eran muy específicas, por supuesto que el Jefe de la Port Mafia no se permitiría ser emocionalmente abierto aunque acabara de perder a alguien que consideraba un hijo y quizás futuro sucesor.

No esperó ni dos segundos para reunirse con Osamu a la salida. Tenía un par de cosas que dejar en claro antes de declararlo enemigo común de su organización, y ya no sólo un traidor, sino que también se llevaría el titulo de “bastardo” por el resto de su, ojalá corta, vida.

— Si te soy honesto, nunca pensé haber creado a tal monstruo– susurró con su rabia comprimida, debía mantener la compostura — De saber que todo culminaría así te habría abandonado desde hace mucho… tus acciones cuestan realmente caro, Dazai-kun

— ¿Qué es un hormiga para un elefante?– cuestionó en retórica – Un enano con un sombrero horripilante a cambio de toda tu bella ciudad, ¿es justo, no?

— Era de mis ejecutivos

— Ya encontrarás otro, todos somos remplazables para ti en algun momento

— No, tú ya no eres capaz de entenderlo

Dazai soltó un suspiro al aire, en un silencio que podría cortarse como la gelatina, se decidió por encender un cigarrillo en medio de la calle, creyendo que el vacío que había dejado en todos se desvanecería igual que el humo dispersándose entre la brisa fresca. Realmente lo vio necesario, no era algo para estar discutiendo ahora, porque dentro de su cabeza y su mentalidad un tanto retorcida, no había hecho nada malo.

Quería protegerlos… o tal vez protegerse a sí mismo. No obstante, sabía que sus esfuerzos estaban siendo en vano cuando cada persona con la que cruzaba la mirada simplemente se alejaba, era definitiva la opción de que sintieran miedo por alguien así.

Ni de chiste querrían convivir con él, ¿quién les podría asegurar que no terminarían igual que su compañero?

Con el paso del tiempo, ya no era Akutagawa ni Kouyou quienes visitaban su tumba a diario.

Camelias de sangre // BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora