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La primera fase del plan había resultado pefecta, únicamente necesitaba esos pequeños segundos de ventaja para poder hacer que el resto de la operación marchara al pie de la letra. Dazai no se hacía ni la mas mínima idea de lo que cruzaba por su mente, y con total confianza, se le veía alegre mientras jugaba un ridículo juego junto a Sigma.

La teoría podía confirmar que simplemente se trataba de una especulación bastante interesante, sin embargo, el libro no era relevante ahora. No le importaba, nunca le importó a decir verdad.

Y por su parte, el odio sería un sentimiento irracional en estos casos, no merecía aquel sentimiento cuando cada pieza de su tablero había sido movida meticulosamente para poder llegar hasta este punto. Donde no existiría el retorno, donde su mayor deseo se volvería una realidad.

Decir que la operación fue complicada era sólo eso, un simple decir. Era cierto que nada de lo planeado tenía un rumbo fijo, cada uno de sus planes y órdenes llevaban un destino más profundo a lo que Osamu entendía, entonces pudo confundir su mente luego de hacerle creer que la victoria ya la tenía en la bolsa.

Mala idea suya haber dejado a Chuuya.

Mala idea suya haber pensado que un Dios sería tan simple como eso.

Las deidades eran todo un misterio para él hace apenas un par de años, luego lo encontró mientras navegaba curioso por las computadoras del laboratorio. Su padre solía decir que las mentes brilantes se mezclaban entre las personas ordinarias, y que esos pequeños detalles que dejaba al aire libre podrían hacer la diferencia. Desde el canto de un ave hasta el código de seguridad que falló a propósito hace unos minutos, todo era parte de algo mucho más grande.

Tanto, que ni siquiera él podría haber comprendido a tan corta edad.

Arahabaki, mejor concido por los pobladores de la ciudad como Nakahara Chuuya, en su interior intentaba con todas sus fuerzas seguirse aferrando a la poca humanidad que creía tener, porque le parecía ridículamente absurla la idea de estar rodeado de humanos y que él fuera el único entre todos que llevaba una máscara consigo a todas partes.

Sus múltiples regristos en la base de datos gubernamentales lo demostraban, él no era un humano cualquiera que pudiera mezclarse tan fácil entre todos los demás. No podías cometer tal crimen de desaprovechar lo que tenías intentando encajar, sencillamente el pelirrojo no había nacido para ello.

Y, aunque sonaba como una paradoja sumamente extraordinaria, el objetivo de Fyodor no era llevarlo seis metros bajo tierra. Tampoco bajo el agua.

El día en el que Dazai recibió el disparo del francotirador y el Canibalismo dio comienzo, fue tiempo suficiente para ponerse de acuerdo con varias personas en el ámbito genético y tecnológico, no podía arreglar un máquina con procedimeintos humanos tan comunes.

Entonces empezó palabra por palabra y movimiento por movimiento, las piezas en su tablero decían una cosa pero el tablero en su mente decía otra muy diferente.

La sangre de un usuario anulador le era necesaria para lograr algo un poco más complejo, un ataque defensivo en el sistema de un Dios para que pudiera mezclarse con el cuerpo que se le fue dado. Por lo tanto, hacer que Arahabaki encontrara una sintonía perfecta con su portador iba a ser una ardua tarea repleta de sacrificios.

Chuuya no lo sabía ni tampoco lo recordaba, pero ambos ya se habían visto antes. Mucho antes. Aún cuando su conciencia no estaba despierta, él pudo presenciar el proceso de transformar un humano a un Dios, y de cierta forma le fascinaba.

Su trabajo, lo que le fue encomendado, todo lo que había estado haciendo hasta ahora solamente era para recuperarlo. No podía perder a quien su madre le pidió proteger.

Camelias de sangre // BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora