Prólogo

65 7 3
                                    

Uno tras otro, llegaban sin cesar. Y no, no me refiero a besos. Me refiero a golpes. Él me estaba golpeando. Mi esposo me estaba golpeando. El hombre, que yo pensaba era el más dulce y tierno del mundo. Estaba tan equivocada.


Un grito de dolor surgió de mi garganta, y me hizo encogerme más en mi posición fetal. Una patada dio en mi estómago. Fue lo más doloroso luego del parto, se los puedo asegurar.


-Ya para, por favor -susurré con la voz entrecortada y sin aire. Mis mejillas rojas y marcadas por los puños de Zayn.


Él continuó, no le importaron mis suplicas, no le importaba nada. Sólo desahogarse, eso era lo que él quería, no importaba con quién, ni con qué, peormente por qué. Él sólo quería sacarlo todo, absolutamente todo.

Lo entendía, y por eso lo dejaba hacerlo. Me dolía, pero en ese momento creía que a él le dolía más todo lo que llevaba por dentro.



*

Desperté en mi cama, las cortinas estaban cerradas, y no estaba bien ubicada en el tiempo. Sólo sentía a mi cuerpo palpitar del dolor. Ya no lo aguantaba, no más.


Sí, quizás él estaba lleno de dolor por dentro, pero yo no soy de acero, yo también tengo sentimientos y también siento dolor, tanto físico por los golpes, como psicológico por el gran cambio que tuvo Zayn.


Sí, lo aguanté, pero no puedo seguir haciéndolo, no puedo. Y no lo voy a hacer.


Con mis piernas y brazos débiles intenté levantarme de la cama, mas cuando iba a poner de pie, mi peso se venció y caí al suelo desmoronada. No pude soportarlo y rompí a llorar.

Me sentía débil y desprotegida. Me sentía rota.


Con mis pocas fuerzas, hice otro intento, y lo logré, me puse en pie, aunque mis piernas temblaran como si estuvieran hechas de gelatina.


-Maldita sea -murmuré por lo bajo, mientras hacía el intento de caminar hacia el armario a por una maleta. No iba a seguir ahí como un saco de boxeo.


Eso iba a terminar, y lo haría ese mismo día.


Una vez frente al armario, pude ver mi reflejo, gracias a las puertas de vidrio. Estaba demacrada.


Mi cabello castaño estaba revuelto y enmarañado, no denotaba el aspecto brillante y sedoso que solía tener hace unos meses.

Mis ojos estaban opacos, sin el tintiniante brillo distintivo de ellos, el color café ya no resaltaba.

Mis mejillas estaban pálidas, había manchas de un tono verdoso y morado, gracias a los golpes proporcionados por Zayn la noche anterior.

Mis labios se encontraban rojos, sí, pero porque estaban hinchados, y con pequeñas manchas de sangre.


Las lágrimas no paraban de correr, me veía horrible, no podía seguir así.


Lo haría por mi hijo y por mí. Ese pequeño de 5 maravillosos años era lo que me mantenía en pie, en esos momentos.


Ya estaba decidido, me iría de ahí, cueste lo que cueste.


Me acerqué al espejo y murmuré:-Adiós.

Drunk in Love |H.S| [I y J]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora