El renacer de Ana

Capítulo 4: Té helado

El ser humano tiende a huirle al frío, diría que es un instinto grabado en la superficie de cada célula. Estamos programados para la contigüidad, la cercanía, el calor, el trópico y nuestro cuerpo parece rechazar cualquier forma posible y diferente de interacción con la naturaleza. Los animales tienen sus pieles, sus metabolismos y nosotros además del roce, prácticamente nada. Ahí entra en escena el amor. Supongo que así se llama al sentimiento que llaman mariposas en el estomago, ese que vuelve posible lo imposible, los días más claros y las sensaciones mas fuertes. O eso dice en cada póster, anuncio o peli que ruedan en el cine los miércoles. No comprendo por qué me provoca tantas sinapsis el sencillo roce de dos aves en un árbol, será por mi periodo? Es intrigante. Como puedo ser tan fragil pero fuerte?. Lo cierto es que soy un buen caso a tener en cuenta. Mis tatuajes, mi pelo resaltante y mi personalidad estridente y ruda parecen asustar a los hombres de mi edad. Será el frío también? Suelen jugar a príncipes y princesas en apuros, a damas y vagabundos, a sexys y masoquistas, a puritanas a frikis y yo? A que juego yo? Supongo que no hay manera de jugar mejor que a lo que mejor se me da, ser yo. Nunca he pensado en eso, en alguien? Por qué debería? Desde pequeña he estado conmigo, muy fuertemente abrazada. Cuando aquel pastor alemán me atacaba solo pensaba en la manera de defenderme, no que me rescataran, cuando no llegaba a la encimera, buscaba mi silla. El amor complementado por alguien me parece traición a mi manera de ser. No se lo que se siente el esperar. Valoro la libertad. La que me permite apropiarme de toda la sábana en la noche, no velar ni horarios, ni me suma conflictos. Esa que es muy mía, potenciadora. Eso....eso....eso me digo y terminaré creyéndomelo, eso le digo a mi té helado mientras me siento en mi ventana viendo los copos caer, hasta que el amor aparezca o me recalque que es una pura fantasía creadas por los dependientes de alguien más.