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Mackenna Nichols se ve obligada a vivir bajo el mismo techo de la noche a la mañana con la familia Parker, pero entre conflictos y aventuras termina por tomarles cariño hasta considerarlos familia.
¿Cómo es que comienza a pensar...
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EL AUTO.
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Las cosas en casa no se volvieron pésimas como lo había imaginado. Con el paso de los días la relación de todos los integrantes de la nueva familia estaba aumentando al igual que la confianza. Pronto actuaban como si hubiesen vivido juntos desde toda la vida y habían tomado los papeles correspondientes el uno con el otro.
Maravillosamente, Mackenna estaba feliz y cómoda en ese hogar compartido con la familia Parker, poco a poco estaba tomándole cariño y se estaba acostumbrado a cada pequeña cosa que sucedía a su alrededor. Como por ejemplo, las constantes maldades de bromas hechas por la menor del hogar: Megan. O de pronto toparse con la espantosa escena de Walter y Audrey comiéndose las bocas en el sofá. Un trauma difícil de superar. Así como lo diferente que Drake y Josh son.
Drake siempre hacía lo que se le pagaba en gana y nunca era regañado o perjudicado, mientras que Josh se metía en problemas hasta por el más mínimo acto, incluso si siempre buscaba seguir las reglas. Era como si la vida de Drake estuviese encantada para que los adultos en casa no se dieran cuenta de su desobediencia. Incluso para Mackenna, que era el único ángel en casa, era un misterio. Cómo deseaban ambos hermanos conocer el secreto de Drake Parker.
Mackenna volvió a repetir el vídeo en el computador, intentando recrear la coreografía que se repetía con un ritmo que seguía sin poder comprender. Su nueva obsesión era entrar al equipo de porristas y como hacían pruebas cada ciclo escolar, quería prepararse de forma correcta. Su brillante idea era repetir coreografías de YouTube del equipo de porrismo del instituto para sorprender a los jueces. Sin embargo, su idea estaba fracasando notoriamente, porque por más que se esforzó por imitar los saltos y pasos delicados, se veía rígida y sin ritmo, como un saco de patatas.
Una risa la hizo detenerse. Drake Parker estaba recargado en el umbral de la puerta cruzado de brazos, riendo a carcajadas, su posición daba la impresión de que llevaba tiempo ahí observando. Las mejillas de Mackenna se tornaron de rosa. Estaba avergonzada.
