Tras ser despojada de su libertad y obligada a presenciar el brutal asesinato de su familia, Alexandra es vendida como mercancía humana en el mercado de esclavos. Su destino cambia cuando es adquirida como un exótico regalo para el sultán del Imperi...
—Sultana madre… el sultán ha llegado… con una invitada. Una princesa… de Castilla.
—¿Qué has dicho? —preguntó Hafsa, incorporándose levemente.
—El sultán llegó con una invitada —repitió la sirvienta con nerviosismo. Hurrem tragó con dificultad el trozo de delicia turca que tenía en la boca. Nurhan, a su lado, bajó la mirada, visiblemente afectada.
—Pues bien. Prepárenle aposentos dignos y comuníquenle que deseo conocerla —ordenó Hafsa Sultán con firmeza. Daye Hatun salió rauda, y en el salón reinó un silencio incómodo. Hurrem retomó su taza con la gracia de quien se niega a mostrar debilidad.
—Sultana Hurrem, ¿cómo está la princesa Mihrimah? —preguntó Hafsa, rompiendo el silencio.
—Bien, creciendo sana y fuerte, alhamdulillah.
—Imagino que Suheyla ya se encuentra mejor… ya han pasado dos meses desde tu regreso —comentó la madre sultana con un dejo de genuina preocupación.
—Sí, está completamente recuperada, pero aún prefiero que no regrese a sus tareas. Me angustia que pueda volver a ser lastimada.
—¿Y por qué crees eso?
—Porque mis criadas me son leales. Ellas aman a mis hijos. Y cuando hay amor por mí, siempre corren peligro.
—Suheyla cuidaba de Mehmed… Tal vez el ataque era contra el príncipe —dijo Nurhan, con la mirada perdida.
—Tiene razón —asintió Hafsa, visiblemente alterada por el pensamiento.
—Si ese ataque fue dirigido a mi hijo, juro que la responsable será hallada… y severamente castigada —afirmó Hurrem con una determinación gélida.
—Allah mediante, así será —declaró Hafsa, con una mirada que revelaba su creciente inquietud.
En ese momento, una sirvienta entró con paso apurado.
—Madre Sultana, la Sultana Mahidevran ha venido a verla… está con sus hijos.
—Hazla pasar, Neilan.
Mustafa entró corriendo y abrazó a su abuela con ternura.
—Madre… —susurró Mahidevran, haciendo una reverencia solemne.
—Bienvenidos.
—Raziye, mi pequeña princesa… estás preciosa —dijo Hurrem con una sonrisa al alzar a la niña en brazos. La mirada de Mahidevran se endureció de inmediato.
—¿La Sultana Hatice? —preguntó Nurhan con curiosidad.
—Está con Gülfem y los príncipes de Hurrem —respondió Hafsa.
—Allah bendiga a todos los niños de este palacio —deseó Nurhan.
—Amén —repitieron todas, casi en coro.
—¡Madre Sultana! —entró Firial apresurada.
—Habla, Firial —dijo Hafsa, con una serenidad repentina.
—La princesa de Castilla está aquí… viene a conocerla.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.