II

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KIKYO

Su mano quería deshacerse de mi ropa y en ese momento en mi mente se dibujó el rostro de mi hermana pequeña. Oh no, ¿qué estoy haciendo? Me recriminé a mí misma por haberme permitido olvidarla por todo ese tiempo.

Por acto reflejo llevé mi mano hasta la suya deteniéndolo.

Lo observé frunciendo el ceño, sin comprender mi repentina acción. Luego separó sus labios de los míos y me miró fijamente.

De su boca solo se escuchó una pregunta.

—¿Qué pasa?— demandó con todo calmado.

No respondí al instante, en cambio nos quedamos mirando el uno al otro.

Para mi sorpresa era un hombre atractivo, de esos que las mujeres siempre hablan y admiran.

Tez blanca, cabello negro despeinado, de estatura alta y llevaba una capa. Sus ojos brillaban en la obscuridad y parecían impacientes por escuchar mi respuesta, sus labios estaban hinchados y brillaban a causa de la humedad por el reciente beso.

— Mi hermana está enferma, morirá si no la llevo con un médico y... No tengo dinero. – Respondí deseando que él entendiera, sin tener que pedirle ayuda.

El estrechó sus ojos examinándome. Terminó de alejarse dando unos pasos hacia atrás alejándose más. Y entonces habló.

— ¿Dónde está? — preguntó él. Mientras recogía su tela, para enrollársela en su cabeza, a modo de retener su cabello.

— Sígueme – solicité con seriedad.

Me encaminé hacia la aldea, no estaba muy lejos de nuestro lugar de encuentro. El me seguía por detrás. Pude notar que la noche había avanzado su curso, mordí mi labio inferior deseando que mi hermana siguiera viva.

Cuando llegamos a la aldea corrí en dirección a mi casa, o mejor dicho la casa de mi madre. Rápidamente abrí la puerta y me apresuré hacia la habitación.

Mi corazón cayó al suelo al ver el rostro pálido de Kaede.

—No puede ser, no por favor— sollocé pensando en voz alta.

Rápidamente la examiné. Pude sentir la presencia de él en la habitación. Se colocó al otro lado de la cama, mientras tomaba el pulso en el cuello de mi hermana. Me sentía nerviosa, mi corazón no quería aceptar lo que mi mente me decía.

Luego al ver sus ojos cerrarse con fuerza y su expresión endurecerse, supe que mi mente tenía razón.

Habíamos llegado demasiado tarde.

***

Los sucesos luego de la muerte de mi hermana los recuerdo vagamente. Solo sé que mi mente en acto de protección se apagó.

Desperté horas después en mi habitación.

Mi mente me recordó lo acontecido y por primera vez en mucho tiempo volví a sentir dolor.

Perder al único ser querido era demasiado asfixiante. Pero mis ojos estaban secos, para mi sorpresa. Ni una sola lágrima había salido de ellos. Aquello me hizo sentir miedo de mi misma.

Observé mí alrededor, estaba sola. Como siempre.

Me levanté y dirigí a la habitación de Kaede, la luz proveniente de la ventana me hizo cerrar los ojos con fuerza. Seguí mis pasos, abrí la puerta y allí estaba su cadáver. Aunque tapado con una manta.

Me senté a su lado, y destapé su rostro. Parecía dormida y tranquila. Aquello me hizo experimentar un sentimiento de ternura.

Era increíble, que aun en este estado, ella pueda hacerme sentir aquel sentimiento.

Almas en Maldición |Sasuke y KikyōDonde viven las historias. Descúbrelo ahora