Hace cinco años
Esto, era Berk.
Un pueblo viejo, lleno de casas nuevas, más de trescientos años de historia y con una peste sin exterminar.
Hipo se daba cuenta de que su vida no era normal. Definitivamente.
Lo había estado meditando aquella noche, y llegó a esa conclusión cuando abrió la puerta de su casa, con la llamarada de un nadder dándole la bienvenida a un nuevo asalto.
Mientras se escabullía entre la gente, los dragones y el fuego, pensaba que pasar la noche defendiendo la aldea de los dragones, aunque emocionante, definitivamente no era algo normal. Al menos no común. Es decir, todas las aldeas tienen plagas: pueden ser ratones, serpientes, arañas...
Pero ellos tenían dragones. ¡Dragones! ¿Quién en su sano juicio pensaría ir a una aldea plagada de dragones? ¡Mucho menos vivir en ella!
La migración no era mala idea a ojos de Hipo, pero sabía que ni Estoico ni el resto del pueblo estaría dispuesto a abandonar la isla. ¿Por qué no seguirían esa idea perfectamente lógica?
Porque eran vikingos, y los vikingos son testarudos. Los vikingos no huyen del peligro, ellos luchan, ellos no se van cuando las cosas se ponen difíciles, o cuando el lugar donde viven es prácticamente inhabitable. Ellos permanecen.
Admirable, pero muy aterrador y poco razonable.
Hipo era un vikingo. O se suponía. La verdad es que no parecía uno, con su complexión delgada, una baja estatura y su nula habilidad con las armas. Al lado de ellos, él parecía un pequeño pescado raro y...
Un empujón lo hizo caer de bruces en el suelo, en ese momento sintió el roce de una llamarada caliente en su espalda. Alguien se acercó a enfrentar al dragón, y mientras Hipo se incorporaba rápidamente, alcanzó a ver una cabellera dorada junto a él.
Astrid.
Y sí, a Hipo se le salió un suspiro soñador cuando la chica lo jaló del brazo para esquivar un proyectil nuevo.
—¿En qué estas pensando? —le reprochó ella sin creerse lo descuidado que podía ser el hijo del jefe. Ambos corrían por la calle empinada, él camino a la fragua y ella hacia el pozo con los demás— ¡Permanece alerta o ellos te comerán vivo!
—¿A mí? Pero si soy demasiado para ellos, me temen tanto que ni siquiera me hacen frente y pasan de largo—replicó él. En ese momento, una pesadilla monstruosa pasó por su costado ardiendo en llamas. Astrid frunció el entrecejo, sin detener su carrera. ¿Acababa de hacer una broma sarcástica en medio de la batalla?
Hipo se dio un golpe mentalmente al ver su gesto. Si había alguna posibilidad de charlar con ella en ese pequeño lapso, él la había arruinado con su comentario. ¿Por qué no había nacido mudo?
No, así nunca iba poder agradarle y ella nunca se fijaría en él. Era prácticamente inalcanzable e Hipo solo se podría conformar con verla desde lejos, apagando incendios y saliendo con alguien mucho más genial y vikinguesco, como...
—¡Hazte a un lado pescado parlanchín! —otro empujón lo hizo trastabillar, pero logró conservar el ritmo. A la vez, vio como Patán se interponía entre él y la chica de sus sueños— Hola muñeca —Hipo evitó mirarlos y siguió corriendo, faltaba poco para llegar a la fragua—, no puedo evitar notar lo bien que te ves esta noche, ¿no te gustaría dejar esta tonta batalla e ir a algún lugar más privado?
Entonces Hipo se desvió hacia la fragua y ellos hacia el pozo. Sus ganas de saber la respuesta de ella se vieron satisfechas cuando Patán pasó cargando una cubeta y con un chichón en la cabeza. Observó que Astrid dirigía a los demás hacia el fuego más prominente, su cabello rubio brillaba como oro a la luz de las llamas y su mirada transmitía fiereza y decisión.
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Berk, el ayer y hoy
Fanfiction"Es increíble cuántas cosas pueden cambiar en 5 años" "Una línea más o menos larga que mide el curso de nuestras vidas: eso es el tiempo" "Imagínate; un desastre de nieve, un espíritu bien loco y ¡bum! dobles por todos lados, es todo lo que tengo qu...