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— Ven aquí cariño, quiero llenarte de mimos.
El joven de ojos heterocromáticos no se negó en absoluto, yendo a toda prisa hasta el albino, quien no tardó en comenzar a llenar su rostro de suaves besos y caricias; realmente amaba al azabache.
Ambos lo hacían, se amaban mutuamente, un amor puro y seguro de lo que deseaban.
Se mantuvieron en aquella cercanía un rato más hasta que el albino decidió envolver entre sus brazos al más bajo, acercándolo más a su cuerpo y recostando su mentón sobre la cabeza del azabache, la diferencia de altura entre ambos le parecía graciosa y adorable, llevándole una cabeza de altura, le daba completa ventaja para hacer aquello y también para molestarlo alejando cosas de su alcance.
Comenzó a caminar con lentitud una vez logró hacer que el azabache envolviera sus piernas al rededor de su cintura, quería tenerlo lo más cerca posible durante todo el tiempo que pudiera y el que le permitiese aquel azabache, conocía su mal humor humor por lo que sabía que en algún punto le daría tremendo zape y huiría cual rata en quemazón porque se hartó de los mimos.
— ¿Podemos quedarnos así un rato? — la pregunta del azabache emocionó al albino, quien no tardó en asentir y dirigirse a la habitación que compartían —.
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El ambiente en aquella habitación había subido luego de varios minutos de mimos y caricias, no había sido plan llegar a ese punto, pero no podían controlar sus hormonas cuando comenzaban a subir drásticamente.
Varios suspiros y tímidos gemidos se podían escuchar provenientes del azabache, quien de forma temerosa y suave intentaba aparte al albino de su entrepierna, estar recibiendo una felación era extraño, más si tomaba en cuenta que el albino aprovechaba para ir preparando su entrada, le proporcionaba placer suficiente para que ignorase la molestia de ser abierto lentamente.
