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—Ya te dije que no lo haré.
   
—Pero...
   
—No soy tu maldita niñera.
   
—¿Entonces para qué viniste hasta aquí a decírmelo? —Murmuró aún de pie frente al marco de la puerta, sin dejarlo pasar, pero tampoco dejándolo salir de su campo de visión.
   
    El ceño fruncido de Loid y su rostro de pocos amigos hizo que Franky no supiera qué responder por unos segundos.
   
—Tenía la impresión de que no contestarías mis llamadas si decidía negarme. Así que vine a decírtelo en persona —se justificó.
   
    Echó una rápida mirada al pasillo de departamentos para asegurarse de que nadie los estuviera espiando y se centró en Twilight y su gesto casi suplicante.
   
—Tengo una cita esta noche con una mujer —susurró—. Al menos sus papeles dicen eso... Y no pienso dejarla ir.
   
—Eres un enfermo.
   
—¿Por qué? ¿Por utilizar mis fuentes para conseguir información de una preciosidad? Te recuerdo que haces lo mismo.
   
    Recibió una mirada mordaz a cambio y Franky tuvo que desviar su atención al suelo para evitar ser asesinado en ese mismo instante.
   
—De todos modos, ¿por qué sigues pidiéndomelo a mí? ¿Tu esposa no puede cuidar de la niña?
   
—Yoru está trabajando en el ayuntamiento desde la mañana... Y no confío en Anya para que se quede con ella en el trabajo —al menos no desde que su análisis con los juguetes en el arenero de su consultorio le había revelado que Anya estaba sedienta de atención. No podía perderla de vista ni un segundo—. Además, no parece molestarte cuidar de ella —razonó.
   
—Normalmente no, pero hoy es imposible. No dejaré ir a mi potencial cita de esta manera solo porque no puedes mantener a esa niña a raya.
   
«Esa niña...»
   
    Loid frunció los labios en una mueca casi imperceptible de disgusto. Franky no solía referirse a Anya de esa manera. Seguramente sus ansias de verse con esa mujer lo hacían lucir desesperado y todo lo demás perdía importancia para él. Solo por eso se obligó a respirar hondo mientras buscaba a tientas su billetera.
   
—Te pagaré bien —murmuró con desgano—. Puedes cancelarle y decirle que la próxima vez la llevarás a un mejor lugar. Un restaurante en el centro de la ciudad, tal vez.
   
—Ya te dije que no lo haré.
   
    Sus ojos ni siquiera se posaron en el generoso fajo de billetes que Twilight le extendía. Aquello sí que lo sorprendió. ¿En qué momento a Franky habían dejado de gustarle los sobornos?
   
—¿Tienes idea de cuánto tiempo estuve intentando acercarme a ella? ¿Cuántos días ensayé a solas frente a mi reflejo para escoger las palabras correctas? —Por su tono hiriente, casi amargo, Loid supo que seguramente fueron demasiados. Franky miró entonces el interior del departamento a espaldas de Twilight, asegurándose de no ver ningún manchón rosado y verde revoloteando cerca— ¿Por qué no la dejas encerrada como la última vez? No parecía importarte en aquel entonces. Seguro estará bien ahora.
   
    Loid pareció dudar y Franky aprovechó ese breve silencio de su parte para insistir:
   
—Ahora tienes un perro guardián que la vigilará de cerca y que no dejará que se acerquen intrusos. ¿Es tu misión tan extensa como para que no pueda quedarse sola un par de horas?
   
—No es eso... —Susurró con desagrado— Anya es...
   
    ¿Cómo decirlo? ¿Traviesa? ¿Hiperactiva y descuidada? ¿Demasiado curiosa para su edad? Tal vez todo eso y más.
   
—Simplemente no me siento cómodo dejándola sola.
   
    Franky entrecerró los ojos estudiando al hombre frente a él. Esa justificación parecía vaga, casi insulsa. No, aquí había algo más. Después de todo, él ya había dejado a Anya sola una vez y no le había importado tener que dejarla encerrada para lograr escabullirse al trabajo. Loid pareció leer sus pensamientos porque rápidamente su ceño fruncido se acentuó y murmuró enfadado:
   
—Te recuerdo que la secuestraron cuando me confié —Franky no parecía contento con la respuesta, así que añadió:— y gracias a eso tuvimos que mudarnos.
   
    En ese momento no representó un problema para ellos hacer ese pequeño ajuste en sus próximos movimientos. Anya apenas lo conocía, no sabía por qué se mudaban, ni tenía pertenencias a las cuales aferrarse, tampoco hacía preguntas importantes sobre su nuevo destino... Y eran solo ellos dos. Mudarse ahora con Yoru sería mucho más laborioso. Yoru era una mujer adulta, con criterio y dudas propias. Si tuviesen que mudarse en medio de una emergencia, tendrían que contemplar su nueva reubicación de acuerdo a la dirección del trabajo de Yoru para no ponerla en aprietos. Y eso si es que WISE no decidía reemplazarla para ahorrarse malos tragos. No, eran demasiados posibles ajustes en la misión, demasiados riesgos que podría ahorrarse si su informante aceptara cuidar de su hija unas cuantas horas.
   
—Si la dejase sola, y de alguna forma algo saliera mal, eso pondría en riesgo la operación Strix. Me niego a hacerlo —su tono fue firme, y sin embargo, Franky logró leer entre líneas lo suficientemente bien como para saber que eso no era todo—. ¿Qué?
   
—Te has encariñado con esa niña. Te dije que eso no le haría ningún bien a la misión.
   
—¿De qué estás hablando? —La indignación colmaba su voz normalmente tranquila. Se apresuró a guardar el dinero con cierto recelo— Eso no tiene nada que ver con la conversación.
   
—Claro que sí. Si realmente esta vida de casado no te ha domesticado, no tendrás problema con dejar a tu hija... A Anya —corrigió— sola. Yo tengo planes pendientes, tú también. Espero que logres resolverlos.
   
—Eso no es profesional de tu parte.
   
—Soy informante, no niñero. Así que tampoco es profesional de tu parte.
   
    Loid frunció los labios con disgusto antes de contraatacar:
   
—Tal vez no, pero no fui yo quien sugirió que la cuidaras en primer lugar.
   
    Franky se encontraba dando media vuelta, dispuesto a dejar a Loid con las palabras en la boca, cuando una voz familiar captó su atención.
   
—¡Tío Ricitos!
   
    Abrió los ojos con sorpresa y se giró parcialmente para ver a la pequeña salir de detrás de su padre mientras corría a abrazarlo. No los habría oído, ¿o sí? Se apresuró a agacharse hasta estar a su altura para saludarla.
   
—Hola, pequeña.
   
—¿Vienes a jugar?
   
—Bueno, yo...
   
    Alzó su vista hacia Loid, esperando que lograra sacarlo del apuro. ¡Tenía una cita y ya estaba demorado por culpa de su charla! Sin embargo, Loid solo lo miró con suficiencia desde su posición y le dedicó una sonrisa sardónica que casi lo hizo insultarlo, pero se contuvo por estar en presencia de una menor. Finalmente, Loid tomó a su hija en brazos para apartarla de su informante, pero esta continuó mirándolo con anhelo.
   
—Franky ya se iba —murmuró con cierto placer en su voz, como si esperara que esas palabras lo incomodaran de alguna forma—, tiene asuntos pendientes.
   
—¿Entonces no viene a jugar?
   
    Ajustó a su hija contra su pecho antes de responder. Su mirada azulada se clavó fríamente en el hombre frente a él.
   
—No. Ha dicho que no puede cuidarte —los ojos de Anya se clavaron con preocupación en los suyos y ambos hombres fueron conscientes de ello—, así que tu tío Yuri vendrá a cuidarte. Debes prometerme que serás buena.
   
—¡No!
   
    Anya se revolvió en los brazos de su padre, pero este se negó a aflojar el agarre, por lo que en su lugar extendió sus diminutas manos en dirección a Franky esperando que la cargara.
   
—¡No quiero al tío Yuri, quiero jugar con el tío Ricitos!
   
—Lo sé, pero ha dicho que no. Es una lástima.
   
    Como buen informante, le tomó un par de segundos a Franky reacomodar la información en su mente hasta que finalmente tuvo sentido: seguramente Loid le había dicho a Yoru que trabajaría por la tarde y ella, como buena esposa, le había ofrecido llamar a su hermano para que cuidara de su hija mientras ambos trabajaban. Lo más seguro era que Loid fingió estar de acuerdo para contentar a su esposa, pero no contaron con que Anya tenía sus propias preferencias a la hora de elegir con quién pasar una tarde de juegos.

    Según lo que había escuchado de parte de Loid: cada vez que Yuri venía de visita era para estar con su hermana y despotricar respecto a lo imposible que era enseñarle cualquier cosa a Anya. Así que no era difícil entender que para una niña de seis años era mucho más divertido pasar una tarde de juegos en lugar de simplemente estudiar y ser llamada tonta por alguien ajeno a su familia. Bueno, él también era ajeno a ellos, pero Anya, por alguna razón, le tenía verdadero cariño... Y no podía terminar de entender por qué había escogido a alguien tan simple como él.
   
    En silencio, casi sin que ninguno se diera cuenta, extendió sus brazos hacia la diminuta cintura infantil y ejerció presión para intentar liberarla del agarre firme que Loid mantenía en su lugar. Los ojos azules lo estudiaron en silencio un par de instantes, pero al ver que Anya continuaba queriendo ser cargada por Franky, cedió su agarre hasta que finalmente estuvo en brazos de su colega.
   
    Loid entendió que, por alguna extraña razón, Franky había aceptado su pedido a último minuto. Parecía que la presencia de Anya había logrado persuadirlo de alguna manera. Ya lo investigaría más tarde. Mientras tanto, se entretuvo dando instrucciones respecto al cuidado de Bond, dónde estaban las comidas listas para recalentar más tarde y a qué hora Anya debía irse a la cama. Al menos eso fue lo poco que Franky logró entender porque por dentro estaba tratando de descifrar esos sentimientos encontrados.
   
    Había pasado tres meses cuidando del abuelo de su cita, sin contar dos meses adicionales de investigación de campo, para finalmente lograr obtener su número de teléfono. Odiaba admitirlo, pero sentía que se había tomado demasiadas molestias para conseguir algo que era forzado. Muy en el fondo lo sabía, pero se negaba a reconocerlo en voz alta. Esa mujer había aceptado salir con él por compromiso, lo supo desde el momento en que la oyó titubear por teléfono hasta soltar un tambaleante "sí..." que sonó mucho más decepcionante de lo que hubiera querido.
    Una mano pequeña se aferró a los tirantes de su camisa. Sus ojos se encontraron con los esmeralda de Anya, mismos que lo miraban con genuina felicidad y, hasta hace unos minutos, con profunda tristeza al saber que se iba. No pudo contener la sonrisa que se dibujó en su rostro y acarició su cabello con alegría frente a la atenta mirada de Twilight.
   
    Anya no había sido forzada a pasar tiempo con él, en cambio, ella misma lo había solicitado como su niñero por encima de otra opción mucho más confiable, mucho más apuesto y útil académicamente. Se había negado a quedarse en compañía de alguien más que no fuera él.
   
    Amplió su sonrisa y afianzó su agarre sobre el pequeño cuerpo mientras se abría paso dentro de la acogedora vivienda y dejó a Anya en el suelo con cuidado antes de girarse hacia Loid.
   
—Puedes ir tranquilo. Yo la cuidaré.
   
    Una sonrisa confiada se dibujó en el rostro de Twilight mientras asentía y tomaba sus llaves.
   
    Tal vez el que se había encariñado era otro, pero esto... Esto no perjudicaría la misión.

   
  
FIN
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¡Hello! Antes que nada, no, Anya no escuchó su conversación, simplemente apareció en el momento oportuno jsjs. Quise escribir esto porque me pareció irónico que Franky fue el primero en advertirle a Loid que no se encariñara con Anya y ahora es literalmente el mejor tío del mundo. Tengo pruebas y cero dudas xD

Bueno, fue un one-shot algo corto, pero espero que lo hayan disfrutado y sea digno de un review o emoji. Se los agradecería de corazón c:

¡Nos leemos pronto y no olviden que los amo! :D


01.01.2023

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