Un conejo para la soledad y una caricia para el amor [Lan XiChen/Lan WangJi]

Capítulo 3: Estás aquí, junto a mí

La nieve empezaba a formar una capa gruesa sobre el verde suelo, las campanas repiqueteaban con el suave movimiento del viento y el olor a incienso inundaba cada rincón del Hanshi.

Estaba empezando a anochecer y los grillos habían detenido su canto a favor de resguardarse del frío del invierno, la luna brillaba en lo alto del cielo, pero mis deberes seguían acaparando la mayor parte de mi atención. Dentro de un año sería nombrado como líder y los deberes que se me conferían habían ido en aumento.

WangJi había tomado la iniciativa de salir de la secta hace medio año y el Hanshi se había vuelto solitario, sabía de él debido a las cartas que solía enviar, pero seguía preocupándome.

WangJi sabía defenderse e incluso estaba más cerca de la inmortalidad que cualquiera, pero seguía siendo un espíritu de conejo y para los cultivadores era como un manjar. Si una carta tardaba en llegar a mis manos, entonces no podía dormir y algunas veces tomaba la decisión apresurada de ir a buscarlo, sin embargo, decidía desistir cuando finalmente su carta llegaba.

WangJi había descubierto mucho sobre el mundo y podía volver aquí sin problemas cada vez que lo deseará, lo extrañaba, pero si WangJi quería seguir viajando, entonces eso estaba bien.

Sabía con seguridad que estaría bien y tendría a sus armas espirituales para protegerse de cualquiera que quisiera hacerle daño, habría dado mi vida por un solo viaje a su lado, pero mis responsabilidades me ataban aquí, en Gusu y pronto también me atarían para casarme y darle herederos a la secta.

Shufu no había estado muy feliz por la partida de WangJi y algunas veces parecía mirar la entrada de la secta como si esperará algo, WangJi era como un erzi para él y entendía su aflicción. Los trazos en el pergamino se volvieron descoordinados cuando unos golpes en la puerta me desconcentraron, así que hice a un lado mi claro disgusto y sacudí mis mangas antes de encaminarme a abrir la puerta, seguramente serían más deberes que los ancianos me habían conferido.

Pero cuando abrí la puerta, no había nadie. Miré a mi alrededor y noté algunos objetos tirados en la nieve cerca del Hanshi, parecía ser una espada y un guqin, tenía curiosidad. Así que traté de acercarme, ¿acaso algún discípulo había dejado caer todo ahí? El frío calaba en mis huesos, así que volví momentáneamente y me coloqué mi abrigo con rapidez antes de volver a salir.

Cuando estaba a punto de poner mi pie sobre la helada nieve noté cómo algo se movía cerca, estaba cubierto de nieve y luego una cabeza de conejo asomó de la nieve, esa inconfundible mirada dorada hizo que mi corazón se enterneciera y que casi rompiera la regla que prohibía correr.

Me acerqué con cautela al esponjoso conejo cubierto de nieve y lo tomé entre mis manos, su pelaje estaba algo frío, pero su cuerpo era cálido. Su colita se movía como si estuviera feliz y no pude evitar acercar mi nariz a la suya para notar con diversión como sus orejas se tornaban de un tono rosáceo. Era hermoso.

—Me tomaste por sorpresa, WangJi —. Entonces me di cuenta que todo lo estaba tirado sobre la nieve eran las pertenencias de WangJi junto a las túnicas que había estado usando antes de decidir volver a su forma de conejo.

Lo abracé un poco más antes de dejarlo dentro del Hanshi y reunir todas sus cosas para llevarlas dentro hasta su habitación, la cual, WangJi, poco usaba. El conejo estaba ahora sobre la mesa baja en la que había estado trabajando y descansaba cerca de la lámpara de papel como si eso le proporcionará el calor que necesitaba. Mi corazón estaba sufriendo los estragos que provocaba su presencia.

—WangJi, pronto será el toque de queda —, el conejo frunció el ceño, pero se bajó obedientemente de la mesa baja antes de adentrarse detrás del biombo.