Si Jungkook pudiera ser lo suficientemente honesto consigo mismo, se daría cuenta de que incluso tras varios intentos (todos fallidos, cabe recalcar), por más que lo intentara jamás podría sacar de su cabeza la horrorosa escena de sus padres perdiendo la vida frente a sus ojos. Lógicamente, y para cualquier persona con el debido sentido de la lealtad, aquel "incidente" le había dejado un shock bastante difícil de controlar.
Pues bien, nadie podría superar tan fácilmente aquel suceso.
Era tal vez la sexta vez que suspiraba con cansancio en la sesión, su dedo índice golpeteaba desesperadamente el brazo del sillón gris en el que se recargaba; tal vez, era un poco exagerado decir que en diez sesiones de terapia, no había avanzado ni un poco.
Bueno, de igual forma no es algo que se tome a la ligera y en tan poco tiempo.
— Jungkook —Le llamó con suavidad su terapeuta, logrando disminuir un poco el nerviosismo y parando un momento los insistentes choques del dedo contra su pobre sillón— Entiendo perfectamente que te puede resultar muy duro hablar del tema, pero... —Nayeon le ofreció una dulce sonrisa con el fin de apaciguar sus nervios— Han pasado cinco meses, y no me has hablado más de dos oraciones seguidas.
La tensión se acumuló en sus músculos tras escuchar aquella declaración, le era imposible no frustrarse consigo mismo, porque todos estaban aportando.
Todos menos él.
Im suspiró, más bien en un tono cansado por la falta información.
— Kook, está bien —murmuró ella, tranquilamente— No te presiones ni mucho menos te fuerces, es algo que pasará a su debido tiempo.
— Pero, ¿y si no es así? —Cuestionó el chico, con una preocupación notable y lo que tal vez podría o no ser un llamado desesperado.
Nayeon, impactada con poder escuchar la voz de Jungkook después de una considerable cantidad de tiempo; respondió lo único que se le ocurrió en ese momento para calmar el lamento y el estrés del menor:
— Pasará, estoy segura de ello— le aseguró con esperanza.
Jungkook pudo notar, que su pobre intento de brindarle tranquilidad se debía a la lástima que le transmitía. Entonces, una mueca de tristeza se formó en sus labios.
Estaba harto de ser tan inservible.
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Mientras tanto, al otro lado del pueblo; un aventurero y soñador joven se convencía a sí mismo que llegar a ese lugar había sido una buena idea, y no un acto impulsivo como sus cercanos querían llamarlo.
— Tsk, no puedo creer que ni siquiera haya señal de teléfono —murmuró con hastío, moviéndose de un lado a otro en puntitas con la esperanza de encontrar aunque sea una rayita en la vida de teléfono.
