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Siempre había sido a quien buscaban cuando querían venganza, a quien acudían cuando planeaban cosas desagradables y grotescas, todos los actos atroces que los humanos eran apenas capaces de imaginar. Era a quien imploraban ayuda o estar de su lado durante la guerra, implorando por piedad o justicia.
Lastimosamente en esas situaciones me quedaba con quien llegase a mi primero.

Las preguntas sobre qué estaba bien o mal, o quién tenía la razón y el por qué de sus acciones no me interesaban.
Simplemente me encargaba de luchar al frente, apoyando la petición que se me hizo. Eso era todo. Al final la gloria era toda mía.

Es irónico que antes me buscaran con intenciones malévolas, y ahora, siglos después, la misma humanidad no me temiera ni se intimidara ante mi presencia. Si no todo lo contrario. Venían a mi con las manos extendidas, por supuesto que seguían queriendo algo a cambio. Pero ese algo había cambiado de forma abrupta.

Ya no esperaban sonrisas sarcásticas ni una aprobación de mi parte, no.
Esperaban que simplemente no los atacara con mis afiladas garras y aceptara con gusto sus mimos no solicitados.

Pero yo soy un Dios, y no cualquier Dios, si no Ares, el Dios de la guerra, quien llevaba a sus guerreros siempre a la victoria, temido y alabado por la humanidad al mismo tiempo.
Es por ello que mi situación era inconcebible.

No pensaba retroceder una vez más como si fuera un cobarde.
Pero sabía que tenía prohibido hablar en público o me metería en grandes problemas con Yoongi. Y no es porque yo le tuviera miedo, no, en absoluto, lo respetaba de cierta forma y me sentía en deuda con él por todas las atrocidades a las que se vio sometido. Pero eso es todo.
Y justamente por eso no iba a exponerme a mí ni a mis hermanos.

No me quedó más que emitir un gruñido, completamente a la defensiva. 

La niña frente a mi dio un paso más al frente, me negué a retroceder, por muchas ganas que tuviese.

-Anda bonito, ven aquí-Insistió una vez más, extendiendo su mano.

Esta era otra de las cosas que definitivamente no me agradaba. Me daban ordenes, ¡A mí!, me trataban como a un igual e incluso como a un ser inferior cuando no es así,  somos de clases diferentes.
Y aun así me era imposible demostrarle cuál era su lugar en el mundo.

En vez de eso, la miré con indiferencia, esperando que entendiera que no tenía intención de acercarme a ella, pero que tampoco iba a huir y que respetara mi espacio.

Por supuesto, sucedió todo lo contrario.
En el pasado era yo quien proporcionaba los ataques sorpresa, en el presente era quien sufría por ellos, ¿Es este mi karma por cumplir con lo que se me pedía? Vaya mierda.

La niña dio un salto hacia mí, rodeándome con sus brazos sin previo aviso ni consentimiento. Me removí con inquietud e incomodidad, gruñendo en todo momento. Por la manera tan abrupta en la que me movía no distinguía con claridad lo que estaba a mi alrededor.

Quería maldecir, es el colmo que por ser más pequeño me trataran como a un vil peluche manipulable. 
Definitivamente el karma es una perra. 

-Espera, debes ser más amable-La voz de Yoongi irrumpió en la escena. 

Detuve cualquier movimiento, y en cuanto la niña volteó a verlo aproveché para alejarme completamente de ella y de su rango de ataque (bastante pequeño, pero aun así, efectivo). 

-Lo lamento-Se disculpó con un puchero en sus labios. 

Yoongi se inclinó, dejándome desprotegido, bufé cuando me di cuenta de que pensaba consolarla. A ella, quien había sido la atacante de esta pequeña criatura. 

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2023 ⏰

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