Prólogo.

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Suelo recordar con indiferencia aquellos complicados días, no se. A lo mejor no eran felices, pero tampoco tristes. Solía ver cómo caía el agua desparramado del canalón al acumularse con gracia.

La lluvia no me alegraba precisamente el día, es más, tal vez para mi, ver como se iban inundando las sucias y estrechas calles de aquel diminuto pueblo, me servía de entretenimiento y así po-

der matar algo de tiempo para dejar de pensar, en que mi familia no era muy adinerada. La palabra ideal que se solía usar en aquel entonces y la cual me imagino que se usa ahora es pobre.

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