¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cerca de las tres de la madrugada, en la barra de la cocina se encontraba un joven omega muy embarazado comiendo alegremente una gran rebanada de pastel de zanahoria y almendras mientras su alfa, más dormido que despierto, dejaba suaves caricias en el cabello de su esposo e intentaba no quedarse dormido mientras lo oberservaba comer.
Cristiano sabía, desde el comienzo del embarazo y gracias a Lionel, Kun y Neymar, que escenarios como esos serían de los más frecuentes una vez los antojos se abrieran paso. Lo que nadie le dijo es que una vez comenzaban, se mantendrían hasta que el período de gestación llegara a su fin. Lo triste de la situación es que para que eso llegara aún faltaban dos meses más.
Pero no podía quejarse, que sí, se despertaba y levantaba en plena madrugada en busca de las cosas que su omega pedía. Sin embargo, adoraba ver los ojos brillantes y sonrisa radiante de Javier cuando comía todo cuanto le ponía enfrente, mientras él se aseguraba de conseguir lo suficiente por si llegaba a hacer falta. Después de todo, quería que su pareja estuviera lo más cómodo y tranquilo que le fuera posible; y si él lo estaba, su cachorro también lo estaría y todos serían felices.
Con ojos somnolientos se dio cuenta de cómo el más joven de ambos se ponía rígido en su lugar y llevaba rápidamente su mano izquierda a su abultado vientre de siete meses y su bonito rostro esbozando una rápida mueca de dolor. Cristiano se apresuró a acercarse hasta donde él estaba; su cara marcada por la preocupación, Javier se había estado quejando de pequeños calambres la noche anterior antes de irse a la cama y cuando se había despertado hacía menos de una hora, había mencionado que sentía 'ligeros' dolores en el vientre bajo.
—Javier... —Le llamó y este se mantenía en silencio y con una mano alzada frente a su marido evitando que se acercara.
Con un nudo de ansiedad creciendo en su estómago, intentó acercarse nuevamente mas la respuesta fue la misma; Javier no quería que se acercara. El médico dijo que pasaría, después de todo, los omegas en estado rara vez dejaban que cualquier persona se les acercara cuando estaban por dar a luz. Eso no significa que no le afectara de cierta manera, sin embargo.
Vio como el rostro de su pareja pasaba del dolor al miedo y posteriormente a la preocupación cuando el sonido del agua cayendo contra el piso se hizo presente. El instinto del alfa le gritaba que ayudara a su esposo, que no se separara de él por nada del mundo; pero su parte racional, sin embargo, le pedía que fuera en busca de ayuda, que llamara a una ambulancia y lo llevara rápidamente al hospital. Aunque ambos habían estado de acuerdo en que un parto en casa sería lo más cómodo tanto para Javier como para el bebé, coincidieron en que lo mejor sería ir hasta el centro médico y recibir ahí a su primer cachorro. Aunque era más un capricho que una necesidad; porque el omega quería experimentar lo que era llegar de un hospital con un bebé en brazos y mostrarle el que sería su nuevo hogar. Cristiano, quién no podía negarle nada a su esposo mucho menos sabiendo que este cargaba a su hijo, terminó aceptando.
