Alice #1

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Alice estaba cansada de trabajar. Llevaba un buen tiempo limpiando la cubierta del barco del capitán Ituajera y no podía hacer tampoco mayor cosa. Cambió transporte a través del mar del sur por mano de obra pesada y no podía quejarse. Desde que seguía a Ojos-rasgados, el hombre que la salvo, su vida había consistido en ir de un trabajo pesado a uno malo, de uno malo a uno asqueroso y vuelta a empezar. Aun así, ¿no podía Ojos-rasgados conseguir algo mejor? Si ya iban a venderse, que al menos trabajaran en un barco más limpio. «Por lo menos, en este no tengo que limpiar vómito, como en la taberna» pensó. Aunque viendo el trabajo que tenía por delante en la noche, no sabía a ciencia cierta si eso era peor o no. La madera de cubierta estaba deteriorada por el paso del tiempo, si no estaba rota y debilitada, estaba recubierta por suciedad. Al hacer presión sobre una tabla, esta se rompió y dejó un peligroso agujero. Alice decidió entonces que no era peor.

La puerta de la habitación del capitán se abrió y dejó salir el estruendo de la algarabía. El camarote central estaba bajo el timón, al cual se accedía desde la cubierta escaleras arriba. Al otro lado de cubierta estaba la bajada a los pisos interiores. Alice perdió las esperanzas sobre el vómito cuando un borracho salió a depositar el suyo por la borda. «Que considerado» pensó con amargura, sabiendo bien que por más suerte que tuviera, seguramente fuera él el único que se le ocurriría vomitar fuera del barco.

—¡Toma! ¡Toma! —se escuchaba corear desde dentro. Un canto que presagiaba trabajo extra esa noche.

Alice paso el trapero una vez más por una costra extraña pegada al suelo, al lado del agujero que hizo. «¿Qué demonios era eso?» En realidad, no quería saber la respuesta. Todo sería mucho mejor, para ella como para el barco, si nunca se supiera qué era eso. Alice dejó su lucha a medias y decidió pausar de momento.

—Eh —le dijo a su compañero, intentando llamar su atención—. ¡eh! — Este se giró a mirarla, con esos extraños ojos suyos, más pequeños y alargados que los normales. Siempre tan frio y sin emoción aparente. Desde que embargaron ha estado más raro que de costumbre—. Voy a tomarme un descanso antes de que todo se ponga feo. ¿Está bien? — Ojos-rasgados simplemente asintió.

Alice dejó su trapera en el cubo y se dirigió hacia proa, a tomar un poco del aire puro de alta mar. Subió por los escalones opuestos al camarote del capitán y se ubicó justo por encima del mascarón de proa. Era lo único que le gustaba a Alice de todo el barco, le recordaba a viejas épocas. Era una talla excelente, una mujer regia y esbelta con flores en el cabello y detalles con forma de trébol. Viéndolo así, que el barco fuera El trébol oscuro era hasta romántico. Miró hacia el horizonte y solo vio un ancho llano de azul oscuro reflejando la luna, sin rastro de tierra cercana. «Zarpamos hace poco en realidad. Dudo que estemos en alta mar.»

Estando en el frente del barco, dio la espalda al mar, se apoyó contra el borde y cerró los ojos.

«Es un lugar extraño —pensó—. Hay mucha muerte aquí». Sentía la presencia de las almas, cercanas, silenciosas, descansando y habitando en aquellas aguas profundas. Era una sensación curiosa. Daba la misma impresión de cuando se sabe que alguien te está mirando. Una presencia constante, como un instinto.

Cuando era pequeña, aquella afinidad con las almas era una tortura constante. En casi cualquier sitio podía encontrar una vagante: así les había puesto Alice cuando dejó de tenerles miedo. «Son diferentes aquí». En el mar del sur las vagantes eran más suaves, se sentían como corrientes de aire alrededor. Vigilantes, pero estáticas.

Por su puesto, nadie podría entenderla, y, de ser así, tampoco sabría quién. Confesar que tiene una sensibilidad con el aura, y mucho peor aún, con el aura de la muerte, sería un suicidio fuera de las ciudades libres. Aquella afinidad no era bien vista ni siquiera entre los impíos canalizadores. Ella aun no tenía nada claro el funcionamiento de aquel mundo, todo lo que había aprendido había sido con cuidado y en dosis muy pequeñas. No quería parecer sospechosa y acabar siendo atacada por sus iguales, pues hasta ellos le temían al aura de muerte.

Los cinco capitanes [Seis marginados #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora