Prólogo

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Dioses. Seres egoístas, llenos de sí mismos. Los dioses eran aquellos seres a los que un mortal rezaba, a los que un ser sin esperanza rezaba por ayuda. Esos seres gobernaban sobre los mortales desde sus lujosos tronos, dando sus diversos aspectos a las diversas razas que poblaban los planetas esparcidos por el basto y oscuro universo, generando seres dependientes de una figura o varias a las que adorar. El ser humano, el ser mortal necesitaba un pilar eterno para poder seguir viviendo, para que su mente no fuera destruida. Los dioses representaban dicho pilar que los mortales necesitaban, que ellos idealizaron. Perfectos, sin sentimientos banales como la ira o la envidia. Así era como los mortales formaban su imagen sobre sus preciados dioses, aquellos a los que rezaban para sobrevivir cuando necesitaban una lluvia.

Pero aquella imagen que los mortales tenían sobre los dioses que imaginaban en sus mentes, no era perfecta. Imperfectos, llenos de sentimientos tan mortales y banales como la envidia o la lujuria. Los humanos representaron estos aspectos tan mundanos en los dioses poderosos como Zeus/Júpiter. Zeus, el líder del panteón griego, fue representando como un ser lleno de lujuria. No le importó que forma tenía, pero cualquier mujer u hombre que entrara por sus ojos, entraba también dentro de sus sábanas.

Mitología. Estos mitos fueron conocidos como "mitología" por los mortales, dejando a un lado las leyendas como algo fantasioso, como algo imposible de suceder. Zeus simplemente fue una representación de aquello que eran los griegos en su punto más álgido y, en consecuencia, Júpiter lo fue de los romanos cuando estos ocuparon el pináculo de la vida en la Tierra.

Pero las leyendas, los mitos, venían de una verdad insoldable, de algo que los humanos no querían reconocer. Aquellos que ellos llamaban dioses, existían sobre ellos, en sus palacios, dejando que la injusticia y la muerte reinara por debajo de sus pies mientras observaban a los diferentes mortales que les rezaban. Eran inmensas figuras llenas de ego que vivían sin una sola preocupación. Los mortales no eran su asunto...

En un planeta perdido del universo, desolado, dos figuras se observaban mientras el viento agitaba el polvo. La primera figura era musculosa. Vestía una extraña armadura sobre su cuerpo ligeramente bronceado y su cabello dorado se agitaba con el viento constante como si fuera una malla hecha de oro.

La segunda figura era oscura, de piel pálida, superando ligeramente en altura a la primera. Contrariamente a esta, la segunda figura parecía envuelta en la misma oscuridad. Una sombra formaba una capucha sobre su cabeza, ocultando ligeramente su rostro a los eléctricos ojos de la primera figura. Como una capa, aquella masa oscura se agitaba con el viento imitando el movimiento del cabello dorado del hombre frente a él, generando ligeras ondas que golpeaban el polvo.

―Hipócrita. Esas palabras son de un completo hipócrita.

Ambos llegaron a aquel planeta por una disputa. La primera figura siguió a la segunda para terminar aquel enfrentamiento de siglos. Dios tras dios la segunda figura asesinó a cientos de deidades que se alzaban sobre los mortales, saciando así su ansia de venganza.

―...

―Los dioses jamás han velado por la seguridad y prosperidad de los pueblos que los rezan pidiendo ayuda. ¿No te sientes como un hipócrita realizando actos de "héroe"? Eres el "Dios" Thor de Asgard, el próximo rey de Asgard. ¿Intentas ocultar los errores del resto de dioses portando el manto de un héroe? ¡Eres patético!

El hombre de ojos eléctricos no mostró ningún gesto de reconocimiento en sus facciones. Thor mantuvo completamente la compostura, manteniendo el rostro levemente inclinado. El cabello se agitaba levemente, cubriendo el rostro del dios de Asgard, enmarcando gracias a la escasa luz su rostro duro marcado por las infinitas guerras que su cuerpo había vivido por aquellos años.

Naruto del RagnarokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora