𝐈𝐈

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Minho no podía estar más encantado con el hecho de que alguien le escuchara hablar de sus intereses

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Minho no podía estar más encantado con el hecho de que alguien le escuchara hablar de sus intereses. Es decir... Sus amigos lo escuchaban, claro, pero a veces sentía que era demasiado para ellos.

Se sentía demasiado para todos.

Pero... Hyunjin no parecía cansarse de escucharle hablar, al contrario, le seguía la conversación a pesar de que esta variase un montón.

Habían estado hablando aproximadamente dos horas. Ahora sentados en unos columpios que había en un parque, mientras sus amigos estaban en un banco justo enfrente. No había mucha distancia, podían seguir hablando, pero ambos chicos parecían estar en su propio mundo.

— Yo tampoco tengo muy claro en qué casa iría-...— El de cabello negro hablaba, siendo interrumpido por la voz de Chan.

— Hey, Minho, ¿no podemos ir a tu casa? Fefi está que se muere de frío.— pidió el australiano, mientras que el otro temblaba un poco, con unas cuantas chaquetas por encima, dejando ver solo la punta de su naricita sonrojada y sus ojos.

— Ah, sí, venga, podríamos pedir algo de cenar, o pillarlo de camino.— propuso levantándose del columpio y tomando su preciada mochila del suelo. Hyunjin se levantó con él, al igual que el resto, pero a diferencia de estos, él se puso a caminar junto al de cabello morado, colocándose a su derecha.— Ay, vas a conocer a mis gatitos — le habló contento al chico, cambiando repentinamente la posición, para quedar él a la derecha del azabache.— Perdón, no me gusta ir a ese lado.

— Oh, ¿y eso?— preguntó Hwang, ladeando la cabeza mientras que veía al chico, analizando sus expresiones.

Minho era una persona sumamente interesante, y también sumamente confusa. No entendía el porqué de muchas cosas.

— No sé, supongo que manías, es que estoy incómodo de ese lado, siempre voy de este.— sus hombros se encogieron en señal de desconocimiento, dando esa mueca-sonrisa rara que portaba, y es que parecía que no sabía sonreír de forma consciente.

Igualmente esa sonrisa rara le encantaba a Hyunjin, y le hacía sonreír de vuelta.

— Bueno, pues me quedo yo en este.— se acercó un poco a él, manteniendo su expresión feliz.

Minho parecía todo un chico malo y al que no deberías acercarte a no ser de que quisieras un puño en un ojo, pero la verdad es que era bastante dulce.

Una vez estuvieron en casa de Minho, que era en el primer piso un apartamento cerca del centro, el dueño de la casa abrió la puerta, asomando primero la cabeza.

— Pasad, hoy no hay nadie.— Dijo echándose a un lado dejando que sus amigos pasen y se acomoden en el salón. Este no tenía mucho, un sofá, dos sillones y la mesa en el centro, la televisión encima de un mueble y un balcón que daba a la calle.

Hyunjin notó enseguida que la familia de Minho no era una que tuviera muchos ingresos, a diferencia de él, qué bueno, no se consideraba rico pero sí con buen poder económico.

Neurodivergencia. [Hyunho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora