"Felicitaciones, señor Winston" Son las palabras que detonan el inicio de la gigantesca bola de nieve que son los acontecimientos en la vida de Eiji Okumura, que si bien creía ya estar preparado para los cambios; nunca creyó que debería estar prepar...
Al romper el alba, lo que aflora es el enamorado auténtico, y el reconocimiento de los deseos individualistas.
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La situación actual de Ash ya lo tenía acostumbrado a las visitas sorpresa. Así que, tras la llegada de Ibe y Max, que el sonido de la puerta lo despertara en la mañana y que quienes esperaran al otro lado de la misma fueran los miembros más cercanos que tenía de su ex pandilla, realmente no debería haber sido una sorpresa.
A pesar de su muy elaborado engaño, había personas que no había podido –o querido alejar de su vida- fuera por una razón u otra. Y, señoras y señores, ese era su castigo.
Ser levantado una mañana de domingo a las siete am.
—¡Jefe!
—Ahhh—Se quejó Ash, colocando su mejor expresión asesina, logrando la reacción que quería. Aún si hace años él había dejado de ser su jefe de manera oficial, aún podía generar el miedo a dios en el alma de sus alguna vez seguidores—No sean bulliciosos, ¿saben qué hora es?
Alex pidió perdón en nombre de los tres, mientras rascaba su mejilla quitado de la pena, y Ash extrañó –al menos por un segundo- ser capaz de callar una habitación entera solo con su presencia.
Bostezó, cubriendo su boca sin mucho cuidado.
—¿Y?—Preguntó, dejándolos pasar—¿Qué hacen aquí?
Kong y Bones parecían ser los más emocionados.
—Trajimos regalos, ¡Mire cuantas cosas, jefe!
Ah, sí, las bolsas debieron ser alguna clase de indicativo.
Revisó entre las mismas, siendo que la mayoría eran productos culinarios que a Eiji le gustaba poner en la comida, y de los cuales Ash realmente cuestionaba su razón de existir. Todos los chicos de su pandilla habían terminado sus conexiones con la misma poco después de la despedida de Ash, uno tras otro intentando hacer algo más por su vida que mantenerse constantemente entre el filo de la navaja. La última vez que hubieran hablado, sabía que Kong y Bones vivían juntos, y habían abierto una ferretería en la parte más movida de la ciudad. Mientras que Alex, por su parte, trabajaba en un taller de reparación mecánica.
—Sí, puedo verlo...
Comentó, mientras sacaba las cosas en la mesa del comedor. Hasta llegar a un... oh.
—¿Ash?
La voz de Eiji llegó desde el pasillo que llevaba a la habitación principal, aún estaba en pijama, justo como él, pero su rostro perdió cualquier clase de modorra que pudiera quedar tan pronto vio a sus amigos.
—¡Chicos!
—¡Eiji!—Saludaron en coro, su antiguo jefe repentinamente olvidado.
Ash se habría tomado al menos un momento para sentirse ofendido, de no ser por lo que tenía en sus manos.