NARRA MARCO REUS:
Los minutos del marcador corrían y mi equipo aún iba perdiendo, 1-2, necesitábamos ganar ese partido, era importante para nosotros y para nuestra afición, de él dependíamos pasar a la final o quedar a las puertas de ella. Corría por el césped desesperado, necesitaba marca un gol, lo necesitaba más que nada. Miré el tiempo que nos quedaba en la pantalla que había, "bien, aún tenemos veinticinco minutos por delante, podemos remontar." -pensé. Pasaron unos diez minutos y cuanto más queríamos el gol, éste más tardaba en llegar hasta que, a ocho minutos de acabar el partido Durm, mi compañero Erik Durm, metió un gol, un gol que nos daba una esperanza para estar en la final, los noventa minutos transcurrieron y, como habíamos empatado 2-2, aún nos quedaba jugar la prórroga, treinta minutos por delante. Metimos dos goles sin problema, uno fue mío y el otro fue de Mats Hummels. Las siguientes horas las pasamos celebrando el pase a la final.
Al día siguiente me desperté con un poco de dolor de cabeza, la fiesta casi nunca me sentaba muy bien pero, aún así me gustaba. Me levanté, le di un pequeño beso en la frente a mi novia, Kayla, con la cual llevo un año, y abrí un poco las ventanas para que entrara un poco de aire fresco. Me duché, bajé a la primera planta y me cogí una manzana para desayunar y recuperar las fuerzas que perdí ayer. Cuando terminé escribí una nota y la dejé pegada al frigorífico, en ella escribí: Hola preciosa, me voy a entrenar, luego, a la hora de comer, nos vemos, te quiero. - Marco.
Le dejé la nota a mi novia pegada en el frigorífico y cogí las llaves del coche y me fui a entrenar. Fue un entrenamiento normal y corriente, como el de cualquier día, al terminar me fui a mi casa y cuando llegué vi algo que jamás querría haber visto.