PERVERSA OBSESIÓN. © [EN PROCESO]

PROLOGO

Septiembre, 2012

He bailado toda mi vida. A mi padre le encantaba verme bailar y el brillo en sus ojos lo confirmaba, mi madre siempre estuvo en cada presentación hasta que ocurrió ese accidente que nos dejó huérfanos en un segundo.

«Cuanto quisiera que estuvieran aquí».

—¡Elena Romanova! —grita alguien del staff—. Tienes 15 minutos para terminar tu preparación.

Hoy tengo una presentación la cual definirá mi futuro junto al de mi hermano. Si gano seré de las mejores bailarinas del país, si pierdo, puedo seguir intentándolo, aunque será terriblemente complicado porque debo encontrar un sustento para la enfermedad de mi hermano.

—¡Elena, tienes 10 minutos! —gritan nuevamente y me aumentan los nervios.

Voy a bailar delante de los mejores profesores del país e incluso dos o tres son los mejores en otros países, «eso me dijo el optimista Boris, mi mejor amigo».

—¡Elena, tienes cinco minutos!

—¡Estoy lista! —grito.

¿No les había contado? El baile es en parejas y aunque hubiera preferido una y mil veces que fuera individual no puedo quejarme de mi pareja, Lev Morozov.

Camino a paso lento mientras sostengo el collar que llevo puesto desde mis diez años, el último regalo de mi padre y un amuleto de buena suerte.

—¿Preparada? —pregunta Lev cuando estoy cerca de él.

—Desde hace mucho —respondo—. ¿Y tú?

—Desde que te elegí.

—Hay que darla todo —lo miro a los ojos—. Este es mi futuro.

Asiente para luego tomarme de la mano y dirigimos al escenario. Nos posicionamos en nuestros respectivos lugares, cuando la canción inicia, nuestro baile lo hace con ella.

Escogimos «Unconditionally», porque nuestros movimientos salen tan naturales como la voz de Katy.

Lev me gira en el aire y me siento libre, sonrió, porque lo disfruto, disfruto mucho bailar.

El tiempo corre y me veo como ganadora, no puede haber nada más perfecto.

—¿Estás lista para el final? —me susurra Lev mientras retrocedo algunos pasos para nuestra última ejecución.

—Siempre.

—Aquí termina tu futuro —declaró mientras me sostiene en sus brazos.

No logré entender sus palabras hasta que un dolor invadió mi cuerpo, pero ese dolor se concentró en mi pie derecho.

—Considéralo como un regalo, Elenita.

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Disfrute de la lectura y no juzgue el libro sin primero haberle dado una oportunidad, recuerde que con el primer capítulo no logrará entender mucho. 

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