Amigo Invisible

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¡Hola! Hoy les dejo un One shot... llegué un poquito tarde con la temática, pero ya saben, la inspiración no llega cuando uno quiere...

Espero que les guste y me dejen saberlo.

¡Saludos y buena lectura!

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Llegaba diciembre y con ello mi época favorita del año. La temperatura bajaba tanto que el aliento de cada persona se podía ver incluso atravesando bufandas; el cielo se veía cubierto a menudo y la ciudad se teñía de blanco haciendo que los colores de las luces navideñas resaltaran aún más, lo que volvía todo más bello bajo mis ojos. Las decoraciones parecían resplandecer sobre ese manto blanco. No es que me encantara tanto el frío, lo sufría un poco a decir verdad... lo que sí me encantaba era el espíritu festivo que se instalaba en cada persona del mundo en estas fechas. La gente se encuentra en la búsqueda de obsequios significativos para sus seres queridos, se organizaban grandes banquetes, reuniones e incluso se percibía en el ambiente más empatía y solaridad que en todo el año. Los días siempre se encontraban plagados de buenos deseos para las fiestas y pareciera haber más amor en el ambiente. Era una sensación espectacular.

Coloqué el último adorno en el arbolito navideño que solía armar en la recepción de la clínica donde trabajaba mientras tarareaba Afterglow, una canción de Ed Sheeran que había escuchado esa misma mañana.

—Qué animada se la ve hoy, doctora.

Sonreí a Meiling que estaba acomodando unos papeles detrás de su escritorio de recepción para iniciar la jornada laboral.

—¿No es este un hermoso día? ¡Se espera la primera nevada de diciembre! ¿No es emocionante?

Miling se estremeció ante mis palabras y negó con la cabeza. Yo me reí pues sabía que a ella no le agradaba el frío. No importaba que hubieran pasado cinco años desde su llegada a Tokio y su incorporación a la clínica privada y familiar de los Kinomoto, mi familia.

Desde que mi hermano había decidido estudiar medicina, yo me había obsesionado con varios de sus libros de anatomía, lo que había marcado también mi futuro luego de recibirme de la preparatoria. Después de la graduación de mi hermano en la universidad nacional de medicina de Tokio, habíamos decidido que abriríamos nuestra propia clínica privada. Él ofrecería sus servicios como traumatólogo especialista y yo, cuando terminara la especialidad en pediatría, también abriría mi consultorio. Mientras tanto, había ocupado el lugar de recepcionista para el doctor Touya Kinomoto.

Cuando logré obtener mi título y pude abrir mi propio consultorio, nos vimos obligados a contratar más personal y ampliar nuestros servicios. Hacía ocho años que la clínica funcionaba de maravilla y ya contábamos con varios especialistas. Además de traumatología y clínica pediátrica, habíamos incluído kinesiología, neurología, ginecología y nutrición. Y si bien ya no contábamos con mucho más espacio, el que teníamos era suficiente para atraer pacientes todos los días.

—En Hong Kong no suele hacer este frío que te hace doler hasta los huesos —repitió consternada como cada año.

—No pienses en eso —dije acercándome a la máquina de café para preparar un café doble para ella y un capuchino para mí—. Es un día precioso y pronto estarás yendo a visitar a tu familia. Falta poco.

Le guiñé un ojo al tiempo que le tenía su taza de café humeante. Ella la tomó agradecida.

—Ojalá Shaoran hubiera aceptado venir también —murmuró sorbiendo un poco de café—. Se esconde detrás del trabajo y las guardias.

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