8- El lugar

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-24 de noviembre-

Dylan.

— Cierra la boca — introduzco mi dedo pulgar en su boca y ella lo lambe.

El sudor resbala por mi pecho con la camisa desabotonada mientras la mujer que tengo contra el sillón no deja de gemir.

La sostengo de la cintura mientras sigo dándole con fuerza hasta que llena mi miembro con sus fluidos.

Salgo de ella y la pongo de rodillas para que termine el trabajo con su boca.

Cuando introduce mi miembro a su boca yo hecho la cabeza hacia atrás disfrutando lo que hace con la boca.

Minutos después de que chupa y lambe mi pene, me corro en su boca y ella se traga todo.

— Eso es — jadeo y termino sentado en el sofá para terminar de recuperarme.

Ella se levanta del suelo y camina hasta el centro para luego comenzar a bailar desnuda contra el tubo.

Coloca su intimidad en el tubo y luego baja restregándose contra el mientras gime.

Otra de las mujeres entra a la habitación y se acerca hasta mi para comenzar a trabajar con su boca.

No paro de pensar en Amanda mientras las follo a ellas.

Su mirada aquella noche que me vió teniendo sexo en el sillón. Estaba molesta, pero el deseo también se notaba en su mirada.

Me desea y la deseo.

Pero jodí todo.

Me levanto del sillón y las aparto. Ellas caen de culo al suelo y yo subo mis pantalones.

— Si necesitas compañía solo llámanos — dice una limpiando la comisura de sus labios.

Salgo de la habitación y paso mis manos por mi rostro.

Maldita sea.

Todo los malditos días pensando en ella, ni un maldito segundo puedo dejar de pensarla.

La necesito y ella me quiere lejos.

Mi tarde se va en el bar y luego en casa de una rubia desconocida mientras la follo.

No puedo llegar a casa, no quiero sentir esa maldita soledad que se instaló ahí.

Los siguientes días se pasan donde mismo, con las mujeres, en el bar y en casa de la desconocida que ahora se que se llama Lorena.

Pero no llego a la casa.

Hace como dos días dejé de llamarle a Amanda. Igual Carlos me informó que ya está mejor.

— Buenos días — dice Lorena pasando su mano por mi abdomen.

Se acerca hasta mi y me besa.

— ¿Como amaneciste?

— Bien.

— Que bueno — sonríe — Prepare el desayuno, ¿quieres que te lo traiga a la cama?

— No. No me voy a quedar a desayunar.

— Pero...

— ¡Que no!

— Está bien. ¿Quieres que te acompañe a donde irás?

— Iré a recoger mi casa.

— Perfecto, puedo acompañarte y ayudarte a limpiar.

— Has lo que quieras — sonríe.

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