Catártico.

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2.

Es curioso, piensa Satoru, cuando el segundo día termina y el se encuentra varado en un pueblo cerca del norte de China. Para ser dos chicas sin educación formal en hechicería y una de ellas sin ni siquiera energía maldita, le han dado más problemas que la mayoría de hechiceros o maldiciones con las que se ha topado. Si de esto son capaces... qué hará el niño Zen'in. Es un pensamiento fugaz que no entretiene porque no importa lo talentosos que sean, nadie es más poderoso que él.

El rastro se enfrío después de que el muy obvio patrón que llevaron de Vietnam a la frontera con China se volviera errático. Una de las ciudades más grandes, al siguiente un bosque, después una carretera olvidada, de nuevo una ciudad. Parecían estar deliberadamente confundiéndolo, pero Satoru duda que alguien supiera que Naobito lo contrató.

Tienen una reputación que salvaguardar, después de todo. Satoru se ríe de la ironía de ser él un secreto sucio más en el récord que esa familia sostiene, pero supone que carece de gravedad ante lo demás que han hecho a lo largo de las décadas.

Aun con el Infinito, el frío le ha entumecido las piernas. Las ventiscas de aire son despiadadas y la gente se cubre lo mejor que puede mientras camina por ese callejón iluminado con las luces neón de los negocios, la música popular se mezcla con el sonido de la vida nocturna y Satoru aun así se regocija por lo vivaz del ambiente a su alrededor.

Con paso seguro se acerca a un negocio de CDs, las portadas escritas a mano indican el nombre de cada disco y su lista de canciones. A todo volumen está una canción pop japonesa y Satoru toma uno de los discos al azar y se acerca al vendedor.

—¿Este es el nuevo? —dice con el chino más pobre, a lo que el hombre responde con una ceja levantada. Por un momento Satoru se alarma pensando que tal vez no dijo lo que quería decir pero el hombre toma el disco, examinándolo y asiente desganado.

—Sí, y también tengo una recopilación de lo mejor de ese año —comenta seguramente por obligación.

—Me encanta su música entonces te haré caso y lo llevaré —el hombre sonríe de medio lado y camina hasta una estantería, de donde saca otro disco.

—Cinco dólares —habla con un tono burlón y Satoru comienza a ver como será el juego entre ambos.

—Claro, claro, pero no me trates como un turista americano cualquiera —Satoru se recarga en el mostrador y el encargado frunce el ceño—. Te pagaré e inclusive te daré un poco más si me ayudas con algo.

—Dijiste que no te tratara como a un turista cualquiera —la mirada del hombre es perspicaz y Satoru sonríe, jugando con el disco que tiene en la mano.

—Solo necesito que me respondas unas preguntas, verás, estoy buscando a mis hermanas y dicen que las vieron por aquí.

El hombre le mira de arriba hacia abajo, sabe que Satoru miente pero sigue escuchando cauteloso. No dice nada mientras Satoru le describe a las dos chicas prófugas pero sus ojos brillan cuando ve el billete que Satoru coloca entre ellos. Es más de lo que puede ganar en un día vendiendo los discos con portadas psicodélicas.

—Sí, sí las conozco, llegaron hace unos días a trabajar al negocio de Kuroi —toma el billete y lo examina, cuando se ve contento con el resultado, continua—: si sigues por el callejón sales a la zona roja, a unos cinco negocios está el de ella.

Satoru digiere la nueva información. ¿Cuál es el punto de liberarse de los Zen'in y venir a trabajar hasta China a un prostíbulo? Piensa que ser tocadas día y noche por personas que no conocen es peor que lo que sea que Naobito tenía preparado para ellas. Matrimonio arreglado, cuidadoras, aquello no puede ser tan malo como lo que enfrentan en ese momento.

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⏰ Última actualización: Jan 16, 2023 ⏰

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Jazmines en Chinatown.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora