Capítulo II

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Capítulo II.



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La puerta de los aposentos fue tocada dos veces, al abrirse de ella emergió una hermosa muchacha de cabellos pelinegros, la cual usaba su uniforme. Realizo una reverencia corta antes de seguir avanzando hacia donde se encontraba su jefa... su dueña.

—Mi Sultana, me han informado que el doncel ha sido limpiado.

Eun-yeong dejo de mirar su ventana. No quería escuchar aquellas palabras, pues eso significaba que el día que tanto temía había llegado... ese doncel que le robo la atención, ahora le terminaría de robar lo que quedaba del amor del Sultán. Eso no le agradaba para nada. Es más. Eso era causante de sus noches lluviosas, donde su única compañía era una almohada de plumas finas, la cual abrazaba fuertemente mientras era humedecida por las gotas húmedas que emergían de sus azabaches ojos.

— ¿Será llevado con el sultán esta noche? —Cuestionó con un hilo en su voz. Aunque quisiera sonar firme, aunque quisiera fingir que no le dolía, nunca se podría esconder un corazón roto.

—Aún no lo sé con certeza, mi sultana... pero sería lo más probable, como un regalo para-

—No sigas... —Ordeno Eun-yeong alzando su mano izquierda para que la pelinegra dejara de hablar.

La muchacha agacho la mirada, murmurando un "Lo lamento, Sultana". Espero unos minutos a recibir alguna orden de la sultana. Pero todo permaneció en absoluto silencio. Eun-yeong estaba llorando en silencio, se abrazo a si misma mientras observaba el ventanal cerrado, el cuál llevaba hacia su hermoso balcón.

Su pecho dolía. Su corazón lloraba desde años... ya no creía soportar más tiempo.

Y entonces... Una idea surgió en su mente, una que no se detuvo a pensar. Se limpio bruscamente las lágrimas. Camino hacia la salida de sus aposentos, siendo seguida por su sirvienta, quien estaba desconcertada de la actitud de la sultana. Ambas caminaron rápidamente hacia el harem, ni siquiera fue anunciada, pero algunas mujeres y donceles que le observaron realizaron reverencias por respeto.

Eun-yeong subió las escaleras, comenzó a abrir algunas puertas de los aposentos ocupados de las favoritas. Hasta que abrió la que estaba buscando. Sentado en la orilla de la cama, luciendo un hermoso vestido, estaba Gigi, quien al escuchar su puerta abrirse alzó la mirada.

Mujer y doncel conectaron miradas. Un estaba llena de enojo y la otra estaba llena de curiosidad.

Eun-yeong se acercó rápidamente al doncel. Quien por inercia se hizo hacia atrás, pero la sultana fue más veloz, le tomo firmemente del brazo y antes de que Gigi dijese algo, la mujer le quito bruscamente la tela de su rostro.

El Gran Sultán »  JimSuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora