Capítulo 1.- Urgencia

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N/A: Esta historia esta centrada en la noche en la que Aang venció al Señor del Fuego.


Disclaimer: Nada me pertenece

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Aang despertó en medio de la noche con la sensación de que el corazón se le iba a salir del pecho.


Por unos agonizantes minutos, todo lo que existía en su mundo eran sus latidos tan fuertes y desesperados que resonaban en sus oídos, una urgencia que hacía que todo su cuerpo temblara y que forzaba a sus pulmones a trabajar con esmero para poder respirar, llenando la enorme y lujosa habitación del Palacio de la Nación del Fuego con las sonoras y dificultosas inhalaciones y exhalaciones del joven monje.


No supo cuánto tiempo tuvo que pasar para que su mente se aclarara lo suficiente como para tener pensamientos coherentes, pero, de repente, supo inmediatamente lo que su cuerpo le estaba rogando que hiciera. No sabía por qué, no sabía por qué ahora, todo lo que sabía era que tenía que irse del Palacio ahora mismo.


Intento batallar con su premura, sabiendo bien que la inminente coronación de Zuko sería en unos días, sabiendo bien que el mundo necesitaba a su Avatar para poder sanar después de tantos años de estar roto, y sabiendo extremadamente bien lo desagradable que sería para sus amigos encontrarse nuevamente con su cama vacía. Dio una valiente pelea contra sí mismo por varios minutos en los que tan sólo rodaba en la cama, rogándole a los espíritus que dejarán a su exhausto cuerpo descansar, hasta que comenzó a sentir que si no se movía pronto se desmayaría.


El maestro aire se levantó lentamente de la cama, el incesante mareo lo detuvo momentáneamente, antes de que volara por la alcoba para recoger sus pocas pertenencias y poner a un Momo profundamente dormido sobre su hombro. Notó como sus músculos se ponían menos tensos conforme más obedecía a su instintivo deseo que lo había despertado en primer lugar.


Salió de su dormitorio a pasos apresurados, cruzándose con varios sirvientes que lo miraban desconcertados, algunos preguntándole atentamente si requería algo, más los ignoró a todos. Tenía que salir ahora mismo y no podía tener distracciones.


Fue sólo cuando estaba apunto de llegar a la puerta principal del Palacio cuando recordó que si Katara volvía a despertar con él desaparecido probablemente le iba a dar un ataque. Y, aunque él mismo sintió que le iba a dar un ataque al darse la vuelta sobre sus propios pasos, él siempre iba a elegir a Katara por encima de sí mismo.


Debió haber impulsado sus zancadas hacia su puerta, porque llegó incluso antes de que se diera cuenta, irrumpiendo en la habitación con el juicio tan nubloso que ni siquiera pensó en lo grosero que era entrar de forma tan desprovista.


La tenue luz de los pasillos iluminó la habitación a través de las puertas completamente abiertas, haciendo que la maestra agua frunciera el ceño en sus sueños antes de abrir sus ojos entrecerradamente.


- ¿Aang? - su expresión se suavizó con cuidado y preocupación apenas lo vislumbró - ¿Qué está pasando? ¿Te encuentras bien?


- Me tengo que ir - las palabras salieron de él bruscamente - No puedo explicártelo ahora, pero me tengo que ir. Tomaré uno de los halcones mensajeros del Palacio y les escribiré para hacerles saber cómo estoy. Volveré apenas pueda.


Tan pronto terminó de hablar, ya se estaba retirando con prisa.


Le tomó a Katara dos sólidos minutos el procesar sus palabras, nada más lo hizo y corrió detrás de él.


- ¡Aang! - lo llamó con apremio - ¿A dónde vas?


- A saldar cuentas con mi pasado - respondió inconscientemente, con su mente únicamente centrada en llegar a Appa.


- ¿Qué? - preguntó Katara, sonando aun más confundida que antes.


Lo alcanzó y le forzó a mirarla, jalándolo de su brazo izquierdo. Debió haber notado la desesperación en sus ojos, porque su enojo pareció disiparse instantáneamente.


- Iré contigo - decidió contundentemente.


- Necesito hacer esto sol-


- Iré contigo - repitió con voz de queda, dejando claro que no estaba a discusión.


Aang iba a discutir más antes de que la dolorosamente imagen de ella sollozando en su hombro cuando se encontraron después de la batalla inundara sus recuerdo. Llorando por lo que se sintió horas, le había dicho: "¿Dónde diablos estabas?" "¡Tuve tanto miedo!" "Por favor, no vuelvas a desaparecer así".


Incluso ahora, seguramente tan cansada como él después de terminar una guerra de cien años, ella sólo quería asegurarse de que estaba bien. Era todo lo que había querido hacer desde que se conocieron. Supo entonces, que no lo podía decir que no a nada de lo que le pidiera.


Él asintió en acuerdo. Tampoco estaba ansioso por separase de ella, de todos modos.


Su amiga volvió a su cuarto para recoger fugazmente sus cosas y Aang aprovecho para pedirle al primer sirviente que se encontró que le trajera un halcón mensajero inmediatamente.


En cuanto Katara salió con su bolsa de viaje, Aang la tomó de la mano y la guio a toda prisa hacia Appa. Apenas registró como la joven le instruía a un sirviente que casi trotaba para estar al día con ellos que les dijera a los demás que estaban bien y que volverían pronto. Se dirigieron a los establos y Aang impulsó a Katara por los vientos para pasarla al lomo del peludo animal justo cuando un sirviente se aceleraba hacia ellos sin aliento para entregarle el halcón que le había pedido.


De un brinco subió a la cabeza de Appa, dejando a Momo, todavía dormitando, a su lado y pronunció - Nos vamos a casa, amigo. ¡Yip-yip!

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