IV

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— Madera del roble Mastir más fuerte, aquí.

— ¿Es del encantado?

— Para el puente que divide la frontera del sur, creo que sí.

— ¡Lo necesitamos encantado! Así sabremos quien entra y sale.

— Mucho trabajo, ¿Y qué importara cuando el amo convierta todo esto en un carnaval habitable? ¡El pobre puente lamentara tener conciencia sobre quien lo pisa!

— Son órdenes. Ve por el maldito árbol espíritu.

— ¡Todo yo! Pero ya vendrá mi mujer a reclamar porque no vuelvo a casa temprano.

— ¡Vete de una vez!

Todo esto es un jodido disparate, eeh.

Construir un imperio en el mismísimo reino fantasma, ¿De quién fue la idea? Los fantasmas iban y venían, a veces atormentaban a los vivos y si tenían suerte nadie los exorcizaba antes de cumplir su capricho, las bestias espirituales deambulaban en lugares muy curiosos y difíciles de pacificar, sin olvidar a las almas pequeñas y rebeldes que siempre estaban gritando, sollozando o lamentándose, antes de consumirse en sí mismas o si no, convertirse en otro fantasma del montón.

Y él no era otro fantasma del montón, aunque lo tratasen como uno. Bueno...mejor eso a que lo descubran antes de tiempo, piensa. Aguanta, aguanta.

Termino el dobladillo de túnica que tanto problema le estuvo dando y lo observo a contraluz, gracias a que en el reino fantasmal también existía un sol menguante que daba cierta claridad. Al fin, éxito. Con esto podía lograr algo.

Toda la tarde trabajo.

Levantar un puente era lo de menos. Habían trabajos para construir pequeñas casas, equipar cabañas multiuso y ampliar grandes espacios para usar de comedor comunitario. ¿Qué necesidad había de un comedor comunitario en el reino fantasma? ¡Por favor! ¿Qué se suponía que iban a comer exactamente? ¿Y porque tanto mueble si los fantasmas podían sobrevivir en el frio más helado, el verano más caluroso y en las peores condiciones porque no respiran, no se dañan fácilmente y prácticamente no se quejan de casi nada?

Es demasiado esfuerzo y benevolencia invertido para una paria insensible.

Cada día que pasa está más seguro que nunca.

No quiere creerlo, pero debe hacerlo.

Xie Lian, Su Alteza Real, el príncipe heredero de Xianlee, el muchacho mimado y consentido, con la cabeza llena de ideas revolucionarias y muy optimista, siempre creyente de la humanidad y dueño de una personalidad única...Es la Calamidad de Blanco.

No, mas bien. Xie Lian tomo su lugar, porque no cabe duda que ya existía la Calamidad de Blanco, Bai Wuxiang, en algún lado. Es imposible que Xie Lian haya llevado a la ruina a su propio reino, por lo tanto, Bai Wuxiang sigue a oscuras, su legado convertido en leyenda, solo Xie Lian, el más afectado por la maldición de los Rostros Humanos, el que se llevó lo peor de las repercusiones y consecuencias, ha tomado su lugar como la nueva Calamidad de Blanco a la que llaman "Calamidad Lian" o "Calamidad Xianlee".

Feng Xin se arrojó sobre el cuándo se lo conto y podía jurar que, de todas las veces que se enfrentaron a los puños, esta vez Feng Xin si quería matarlo de verdad.

— ¡Es mentira! ¡Tomo su cara para burlarse! ¿No lo recuerdas? Su Alteza también lo vio hace tiempo, disfrazado con su apariencia y rostro, y se puso furioso cuando nos lo contó— relato el tarado, que desgraciadamente tenía razón. Mu Qing no lo recordaba tal cual, muchos años ya, pero todavía tenía fragmentos de memoria de lo ocurrido en la peor época de su vida mortal— El demonio que apareció en los cielos y humillo a nuestros camaradas no es su Alteza, ¡jamás lo seria!

DespojadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora