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De camino al salón puedo ver a un par de estudiantes caminando de aquí y allá, lo que más me aterra es pensar en cómo pueden estar tan relajados teniendo competencia.

"Milicia y armas"

Sí, así se llama nuestra competencia, una institución cargada de armas, de municiones y.. quién sabe que más.

Pero nadie parece atormentado, puede que tengan el conocimiento de que esa institución nos repasa en todo, hasta en calificaciones y comida.

Al parecer la comida de la cafetería es tan importante allá que aquí sólo hacen una miseria que debemos soportar tener en el estómago hasta llegar a nuestras casas.

Dicen que es una institución de raritos, que desde que nacieron estaban destinados a estar ahí, pues, nadie acepta a gente tan rara en Dooblergoof.

Cabe recalcar que sus profesores son ex militares retirados, señores de 40/50 años, más o menos.

Pues sí, dan miedo, no puedo creer que, cruzando el parque se pueda observar sus puertas y ese gran letrero con su increíblemente innecesario nombre.

Entro y me siento en mi asiento correspondiente mirando a todos lados, mis únicas amigas, Marilyn y Genevieve. Siempre han sido esas personas que a pesar de tus errores no te lo echan en cara a cada nada, solo te observan, te analizan y no dicen nada.

Pues, las hermanas tienen actitudes muy raras, pero es divertido estar con ellas.

Las saludo y ellas cambian de asiento, sentándose al frente de cada una, utilizando su truco de tres. Observar, analizar, callar.

Hasta que decido romper el silencio:

-He escuchado que van a hacer una reunión en el salón del profesor Alan, quizá deberíamos asistir.

Cruzan miradas y asienten.

-Creo que es buen momento de que Marilyn y yo estemos con otras personas a parte de ti, no es que no nos agrades, es que ya es hora de un cambio, tienes y tenemos que conocer otras personas -Se me hunde el pecho y trato de disimularlo con una sonrisa algo triste, pero ella solo me mira concienzudamente.

Su hermana asiente, claro.

-Me agradas, pero ya no es lo mismo de antes. Debemos empezar con esa reunión, Genevieve y yo llevábamos planeándolo hace ya tiempo, solo faltaba que nos lo dijeras.

Claro, eso hizo que me cayera la verdad en forma de un crujimiento en mi corazón, no es el fin del mundo, pero sí el fin de mi vida social.

-Oh. Entonces, que bien por.. ustedes, sí -Hablo tan bajo que pueda que no me hayan escuchado.

-Genial, sabía que lo entenderías -me sonríe incómodamente-. ¿Entonces nos vemos en media hora en el patio?

Asiento y Marilyn me pone una mano en el hombro, apretándola y dedicándome una sonrisa de boca cerrada.

-Este no es el fin de nuestra amistad, ¿lo sabes no? -Asiento, algo dubitativa-. Es algo que debemos hacer, no quiero lidiar con dependencia emocional hacia alguien, mucho menos con alguien que no es de mi familia.

Vuelvo a asentir y me aparto, incómoda y vuelvo a mirar el pizarrón, donde avisan que la directora nos dará el día libre.

Genial, no quiero volver a estar aquí.

Salgo con las voces de las hermanas llamándome y decido apresurar más el paso, salgo al patio y tomo aire fresco.

Puedo ver la estatua que está justo al frente de mí, la estatua de un señor de unos 40 años y más.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora