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James。

Entonces... ¿la señorita Brock Isbellt es bastante puntual? Esta mañana está caminando hacia el paso peatonal casi a la misma hora de ayer, con una variación de dos minutos y pocos segundos. Ayer tomé un desvío por esta calle por culpa de un accidente de tránsito en la calle que suelo transitar cada mañana y, casualmente, nos conocimos.

Hoy no tengo necesidad de venir por aquí, quería verla, pero no considero que sea por necesidad. Solo curiosidad. Curiosidad de saber, tal vez, si hoy se ve tan bonita como la mañana anterior.

Estoy estacionado exactamente en el mismo lugar de ayer cuando me bajé a ayudarle. Ella, antes de cruzar el paso peatonal, mira a ambos lados de la calle, entonces ve el Aston Martin, lo reconoce y, por una cuestión de reflejo, mira hacia dentro, hacia donde le estoy devolviendo la mirada.

Qué interesante reacción la de mi pulso, de pronto ya no tengo y al instante siguiente, está acelerado. Hago un casual y breve saludo con la mano, ella lo imita exactamente igual, luego cruza la calle.

Solo hay una escuela en esta zona, es fácil deducir a qué dirección irá y, si tiene la misma rutina cada mañana, pasará por aquí luego de dejar a su hija en la escuela para irse a la estación de metro.

Exactamente así ocurre y casi en la misma cantidad de minutos que el día anterior, la señorita es de rutina y organizada. Me llama la atención la forma de su cara. Con los cuidados adecuados de su piel, su pelo y un asesor de vestuario, estoy seguro de que tendría la apariencia de una estrella de cine. Puedo convertirla en eso, pero tengo una política estricta sobre no involucrarme sentimental ni íntimamente con mis clientas, entonces me pregunto mientras bajo del auto: ¿qué conversación debería tener con Brock?

¿Le hablo de negocios o la invito a salir?

—Brock —la llamo cuando estoy terminando de cruzar la calle.

Gira hacia mí, algo inquieta por no reconocer la voz del hombre que ha pedido un instante de su tiempo.

Me siento halagado cuando el brillo en su mirada me cuenta que me ha reconocido.

—James —saluda ella volviéndose de cuerpo completo hacia mí—, qué casualidad.

Sí, para qué le voy a decir que estaba esperando que apareciera sin su hija para hablar un momento, dejémoslo en "casualidad", así las mujeres no se espantan.

—Una gran casualidad. ¿Vas a trabajar? —La distrae el sonido artificial de unos pajaritos—. Coincidentemente voy en la misma dirección que tú, puedo llevarte.

Brock busca su celular en el bolsillo trasero de su jean ajustado. Solo desbloquea la pantalla para conocer el motivo del sonido. Ella y yo vemos en la pantalla de su celular la notificación de un tal Dante. Yo espío la foto del hombre mientras que Brock está conteniéndose para no enloquecer de felicidad.

—Sí, una gran casualidad —me dice de pronto, bloqueando su celular para devolverlo al lugar de donde lo sacó—, cuídate, James. —Escuchó la mitad de lo que dije, pero lo peor es que escuchó lo menos importante que dije.

—¡Brock! —insisto antes de que se aleje—, puedo llevarte a tu trabajo.

Serán veinte o treinta minutos, pero podemos conocernos bien en ese tiempo. Antes de que piense su respuesta, agrego a mi propuesta una sonrisa que me ha ayudado en varias ocasiones a salirme con la mía.

—Oh, no tienes que molestarte, puedo ir sola, gracias. ¡Adiós! —Su sonrisa es encantadora, es el efecto de la notificación de ese Dante.

Levanto la mano para despedirme y la bajo cuando me da la espalda. Ni siquiera vacila un instante cuando tiene que irse, como para que yo lo interprete como una señal de que quiere que le insista.

Perdí. Hoy, hoy perdí. Solo hoy.

Sol en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora