No te preocupes, morena

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NADANDO

Me quedé quieto por un segundo. La vi allí, sola, la observé de arriba abajo, se le veía su pelo, que sobresalía de la máscara, rojo como el vino. Me dirigí hacia donde se encontraba.

- Hola tiburón.- Dije.

- Hey... ¿Cómo lo ves?- Preguntó ella, se la notaba inquietada.

La verdad, Meri se mostraba siempre tranquila y confiada, pero yo sabía que en realidad no era así, estaba asustada, lo noté en su mirada, esa mirada que había visto en tantas ocasiones. No sé por qué, pero ella tenía bastante interés en entrar en la organización.

- Bien, no te preocupes, morena.- Le contesté.

- Aunque me tiña me vas a seguir llamando así?-

- Claro.- Dije cortante.

Me quise detener a pensar, pero no podía desviarme del tema.

-Bueno, luego iremos a practicar, quiero ver tu puntería.-

- Perfecta, como siempre.- Me dijo con esa sonrisa picara mirándome a los ojos.

Tenía razón, su puntería era impecable, me lo había demostrado muchas veces. Pero hacía tiempo que no la veía, necesitaba asegurarme.

- Aparte, mañana conocerás a los demás.-

- De acuerdo Armando.- Dijo ella, al parecer sin pensarlo.

- Acuérdate, aquí debes de llamarme Nadando.-Le expliqué, otra vez.

- Ah es verdad.- Se quedó callada por un momento. - Bueno, vamos hacia el coche ya, no?-

- Vale. - Contesté.

Xiaomi ya se había ido con el helicóptero. Solo quedábamos ella y yo. Fuimos hacia el todoterreno.

- Conduces tú?- Me preguntó.

- Sí, porque si tienes que conducir tú... Madre mía.-

Me encantaba decírselo, sé que le jodía, pero en verdad no conduce tan mal.

- Gilipollas, conduzco de puta madre.- Dijo.

Arranqué el coche. Nos encaminamos hacia la tienda de ropa más cercana. Una vez allí nos cambiemos y nos quitemos las máscaras.

- No te podías poner algo menos llamativo?- Le dije al salir de la tienda.

- Que tú seas un aburrido no es mi problema.- Me contestó, lanzándome una mirada con asco.

Yo no era aburrido, era sencillo. A más, no llama la atención un chico normal con un chándal gris y camiseta negra. Pero ella, con un puto gorro navideño, un vestido negro y unas botas granates que le llegaban hasta la rodilla, pues sí. No nos convenía que la gente se fijara mucho en nosotros.

- No te he puesto quejas de que tiñeras el pelo, pero llevas un puto gorro de papa Noel y estamos a 1 de diciembre.-

- El gorro es negro, no te puedes quejar. A más voy toda combinada, has flipado eh?- Me guiño el ojo.

En realidad, le quedaba bien, y me encantaba como iba, pero tengo mi lado responsable.

- Quítate la carabina de la espalda anda.- Le dije, intentando centrarme.

Últimamente, se me iban los pensamientos de la mente... Siempre que intentaba pensar me desviaba del tema, me venían recuerdos y pensamientos intrusivos. Era como si fuera una persona distinta hablándome. Supuse que era porque para mí estos días habían sido un poco caos. Le quité importancia.

- Abre el maletero, así la dejo aquí.- Me ordenó.

- A mí que me cuentas si es tu coche.-

- Pero tienes tú las llaves, inútil.- Me dijo con un tono que demostraba que estaba empezando a cabrearse.

- Ah, es verdad.-

Cogí las llaves del bolsillo y abrí las puertas. Ella metió el arma y se subió de conductora. Yo me subí de copiloto.

Le di las llaves y arrancó. Fue a un garaje y cogió otro vehículo. Yo en todo esto estuve callado, estaba pensando en varias cosas.

Nos subimos al automóvil, ella me preguntó que donde me dejaba, yo le dije en el mecánico.

- Que se te ha perdido a ti allí?- Me preguntó.

- Trabajo ahí. - Respondí.

Ella no lo sabía. Simplemente, me pareció que no tenía por qué decírselo así de primeras.

-¿Tú trabajando de mecánico? Pobre la gente que tenga que poner el coche en tus manos.- Me dijo Meri riéndose.

- Si tú supieras...- Dije, dando a entender que la conversión había acabado.

Decidí dejarlo ahí, le sonreí mirándole a los ojos. A veces eso dice más que mil palabras. Aunque creo que ese no fue el caso. Ella tampoco sabia que yo era el jefe, pero ya era suficiente de meterme con ella, no me apetecía callarle la boca más veces. Pensé, riéndome por dentro.

Mientras yo me hundía en mis pensamientos lleguemos al taller.

- Bueno adiós. Pásalo bien intentando arreglar coches. - Se despidió.

- Adiós, morena.- Finalicé yo.


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