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Música de intro: (créditos a youtube.com/@LucasKingPiano).

Era tarde por la mañana cuando la joven Damira Villavieja se encontraba empacando sus cosas en cajas de tamaño mediano, había conseguido una nueva oportunidad fuera de la ciudad a unas millas lejos de ese vecindario. Desde pequeña había vivido allí, pero al morir sus padres, estar ahí ya no era una opción. La tristeza la invadía y no le agradaba la soledad entre tanta gente.

Entonces, al leer aquel anuncio en el periódico sobre esa casa en medio de ese bosque, no lo dudó ni un segundo. Tanta ansiedad, estrés y presión le hacía mal y alejarse por completo le vendría de lo mejor; cuando leyó el anuncio lo vió claro y preciso.

"Casa medieval a mitad del bosque, mediana, con dos habitaciones, un baño, cocina y un precioso jardín en buen estado; la casa tiene una cerca por los posibles ataques de algunos animales merodeadores, pero sin peligro alguno. El precio es negociable por adelantado. Puede ponerse en contacto con un representante para echar un vistazo".

Lo demás ponía los datos e información de la agencia inmobiliaria a cargo de aquella casa. Damira agarró su teléfono y tecleó el número, el típico pitido sonaba del otro lado, y en tan solo 5 minutos una voz del lado opuesto respondía al llamado.

¿Hola? Agencia Donovan's inmobiliaria —Era la voz de un hombre que debía de tener entre 30 a 40 años, aproximadamente. Sonaba suave y calma.

—Sí, hola —Contestó ella, con tono ansioso. —Llamo por el anuncio del periódico, sobre la casa, me interesa comprarla.

El hombre tardó unos minutos en responder hasta que se aclaró la garganta y habló.

—Claro, me presento, soy Adrián Donovan, el principal representante de la casa.

Damira miró hacia la ventana de la casa, había viento afuera y las ramas se movían violentamente con fuerza.

—Mucho gusto, señor Donovan. Mi nombre es Damira Villavieja, yo estoy interesa en comprar la casa. ¿Cuándo puedo verla? —Adrián suspiró mientras escuchaba, pero esta vez, duró unos segundos para contentar.

¿Puede ser el viernes a primera hora de la tarde? —Preguntó él. Moviendo entre sus manos unas llaves viejas y de color oxidado.

—Por supuesto, estaré allí en la tarde.

Colgó y ese día terminó toda actividad que hubiera dejado pendiente.

El viernes hubo llegado y al encontrarse con el señor Donovan, todo estuvo listo como había presentido. La vista a la casa se hizo, el tipo era amigable, alto, de cabellos negros, ojos grises y facciones suaves y delicadas; al estilo Harry Styles. Ambos congeniaron de inmediato y la charla fue amena, agradable y nada fuera de lugar.

El tiempo se había ido volando, cuando ya estaba oscureciendo, Damira optó por despedirse y volver a casa para alistar todo para la translación. Pero antes de eso, Adrián la tomó de la mano y le miró a los ojos.

—Espera —Dijo, ella se giró rápidamente y lo miró fijamente. —Tienes que saber algo, es muy importante.

—¿Qué cosa?

—Debes tener mucho cuidado; crees que aquí encontrarás la paz y la calma, pero en este sitio yace la maldad. Todo eso que no querrás conocer nunca.

Damira le observó silenciosamente, extrañada y confundida. No sabía de qué cosa hablaba el representante ese, pero seguramente era algo sin importancia y que no había que darle atención. Qué equivocada estaba.

—¿De... acuerdo? —Lanzó ella, con semblante nervioso y con un tono de confusión. —Muchas gracias, señor Donovan, aprecio que haya tomado de su tiempo para venir a mostrarme la casa.

Él solo le miró y sonrió, nervioso o, quizás, asustado. Eso no lo sabía ella, pero se dió la vuelta, llegó hasta su coche; un viejo descapotable de color verde oscuro, subió y condujo hasta la salida del bosque. Se despidió con una mano de Adrián y sonrió despreocupadamente.

Eso ocurrió hace un mes, ahora, se hallaba guardando todas sus pertenencias en las cajas, tratando de hacerlo lo más rápido posible; casi llegaría la noche y no le gustaba conducí a oscuras en una ciudad que tanto mal le ha dado.

Al acabar de empacarlo todo, llevó las cajas a la cajuela y ordenó todo. Esa casa, que había sido todo para ella y en donde sus mejores momentos se quedarían, se cernía al clima oscuro y nublado que se ponía en el cielo; le dió una mirada triste y sonrió a medias. Todo se dejaría en el olvido y así sería por siempre.

Subió al auto y condujo hacia ese nuevo destino que le esperaba, a ese nuevo lugar en el que, creía ella, encontraría la calma que deseaba desde que había cumplido los 15 años. Esa calma que no tenía y que reclamaba a la fuerza.

Prendió la radio y empezó a sonar una bella y lenta melodía de jazz, su género musical favorito. Tarareó al compás de la música mientras daba toquecitos al volante.

Ahí iba Damira Villavieja, aquella chica que ya no sería la misma cuando el verdadero horror la azote y le muestre que la calma, jamás llega después de la tormenta.

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⏰ Última actualización: Jan 20, 2023 ⏰

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