Autor se pone nostálgico

5 0 0
                                    

Una amargura se cierne sobre mi rostro cuando lo recuerdo. Yo no lo amo, pero sí lo quiero. Aunque no en mi vida. Supongo que son los efectos secundarios de en algún momento haber amado tan fuertemente a alguien, más que a tu propia vida o al resto de seres humanos del planeta. Debería odiarlo por todo lo que me hace pasar, debería repudiarlo de mi mente. Y de hecho, creo que lo hago. Lo que continúa merodeando es el constante pensamiento de que, quizás, él era a lo mejor que podía aspirar. Entonces es todavía peor el sentimiento. Aunque ni si quiera sé lo que siento. Quizás una mezcla entre pena e ira.

No sé en qué momento se puede pasar del amor al odio en tan poco. Me prometí que eso no pasaría, al menos de mi parte. Ahora miro hacia atrás y todo lo que veo es un campo de minas ya detonadas. Corrimos por él, intentando dañarnos, y lo logramos. Pero más dañamos nuestras conciencias, puesto que a ambos se nos olvidó que estábamos agarrados de la mano. Que no estábamos solos.

Muero por pedirte disculpas, pero sé que si lo hago irremediablemente caerán lágrimas por mi asustada cara. Y no querría volver a un infierno tintado de rosa, pero sí querría perderle el miedo a alguien en quien tanto confié. A quien tanto amé. Ya ni si quiera recuerdo por qué te odio, pero sé que lo hago y es recíproco. Yo no quiero odiar a nadie. Y lo peor, sé que te odio por miedo. Miedo a que decidas que todo lo que vi en ti, ya no está. Miedo a que te deje de reconocer. Miedo a que desaparezca de tu pensamiento y que todo fuese como si jamás hubiera existido.

Quizá en el fondo solo me aterra el hecho de que no me sepan amar como me amaste tú. Quizá echo de menos el calor de alguien. Quizá solo he sido la diversión pasajera para todo el que se me cruza. No lo sé. Igualmente, ya empieza a cansar que nadie te considere un ser humano, que no seas ni digno de ese respeto básico que se le tiene a alguien solo por eso, ser. Existir.

Tú y alguna gente más me tratáis como si no existiera, sabiendo que eso me corroe el alma. No existo porque no tengo respeto. No tengo respeto porque no existo. Porque pude haber sido una escoria moral, mas, al menos, tengo el pensar tranquilo de saber que he mejorado. Pero tú no lo has hecho. Y te haces un retrato en el que eres la continua víctima. Sabes que no es así. Pero si no ejercitas la realidad, sabrás que el único que quedará como malo eres tú. Lo sabes, y eres inteligente y te aprovechas de ello, como con todo. Pero no se te olvide que yo sigo siendo mucho más inteligente que tú.

Me hubiera gustado tener un adiós cordial, pero supongo que contigo es imposible. Al final, no eres más que parte del rebaño que mira hacia otro lado para fingir que no lo sigue. De cualquier manera, nadie se lo cree. No mientas, bien sabes que para ti pisar huellas ajenas, es mucho más cómodo. Dime, pequeño cobarde, ¿alguna vez tuviste la palabra "valentía" en la mente? ¿Fuiste siempre tan cómodo, mi antiguo monarca?

Hay veces que me hubiera gustado escupirte en la cara. Y en verdad, las ganas en sí no se van. Sin embargo, eres tan horrible que mirarte a la cara se me hace difícil. Yo creo que al mismo nivel que a ti se te dificulta pasar de curso. Por otra parte, supongo que he de asumir que todo es parte de un plan maestro, el más ingenioso que a nadie se le hubiera haber ocurrido.

Si así te quieres llamar, maestro, hay varios caminos largos que recorrer. Y en uno de ellos no te veo dispuesto a poner un pie; el de la humildad, pequeño ser limitado.

Y efectivamente, te odio. Te odio porque cada vez que pienso en ti, no puedo evitar subirme por las paredes y despotricar barbaridades sobre ti. Dime, ¿cómo hemos llegado a esto? Dime, ¿es que hay acaso alguna solución?

Benemérito sometido. Albedrío despresitgiadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora