Capitulo 4- Pequeños detalles.

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Se sentía agitado. Cada noche tenía el mismo sueño. Era algo que no deseaba revivir. Pero cuando el último recuerdo de la civilización que te queda es este, es difícil reprimirlo. Y cada noche volvía a el, una cita ineludible para ver el Apocalipsis.

Pasó 5 años en el búnker encerrado hasta que la radiación se disipó. Aunque tenía provisiones de sobra, decidió aventurarse al exterior para encontrar algo aprovechable. Lo que se encontró le dejó estupefacto.

Una ciudad en ruinas, con edificios derruidos y coches oxidados en mitad de la calle. Un cementerio donde descansaban los restos de años de progreso humano ya inútiles. Comenzó a explorar aquel inhóspito mundo y en cuestión de meses ya lo había recorrido, sin encontrar ni rastro de vida humana. Poco a poco, se fue habituando a aquel nuevo orden. Echaba en falta a su familia, pero no se derrumbó. En cierto modo, aquella vida solitaria que comenzaba a experimentar le agradaba. El era una persona solitaria y no es que no tolerase a otra gente a su alrededor, pero no tener a nadie cerca  le hacía sentir bien. Aun así, de vez en cuando, pensaba que no estaría de más tener a mano a alguien con quien hablar o intercambiar aunque solo fueran unas cuantas palabras. Un simple “hola”. Al final, se resignó a aquella situación y siguió hacia delante. Memorizó cada palmo de la ciudad, haciendo un mapa mental de esta, sabiendo cuales eran los puntos mas importantes, los mas peligrosos y que atajos había que tomar en caso de ataque o emboscada. En su mente, podía dibujar cada detalle de los lugares que solía visitar y cualquier alteración, por muy pequeña que fuera, no se le pasaba desapercibida.

Nervioso, se fue calmando. A la luz de la lámpara, podía verse su rostro marcado con arrugas. Poco a poco se fue relajando, revelando a una persona joven. Durante la noche, una tormenta había azotado la zona. El viento rugía con fuerza y la lluvia caía inmisericorde. Pero ahora, todo estaba mas tranquilo. Se preparó para un nuevo día.  Aquella mañana, el distante Sol brillaba con algo mas de fuerza iluminando la ciudad muerta. Fue al supermercado en busca de provisiones, como hacia cada día. Fue al estante de las comidas enlatadas y comenzó su búsqueda. Hoy le apetecían legumbres. Miró cada grupo de latas, según el alimento que contuviesen. Carne, pescado, frutas, verduras, legumbres. Con brusquedad, volvió la vista a las verduras. Había 5 latas, pero ahora solo contaba 3.

Se quedó paralizado. La lata que acababa de coger cayó de sus manos y rodó por el suelo. Automáticamente, se agachó y buscó las 2 latas de verdura enlatada, creyendo que podrían estar debajo de la estantería. Miró por detrás de esta y avanzó agachado por el pasillo, nervioso, intentando encontrarlas. Pero ni rastro de ellas. Alguien las había cogido. Rastreó cada palmo del local en busca de alguna pista. Algún elemento del ambiente que pudiera haberse visto alterado recientemente. No tardó en verlo. Por la entrada trasera, justo al lado, vio la huella de una bota. El nunca usó esa entrada, pero quien se llevó las latas, si debió usarla.

Siguió por ahí, alterando su habitual ruta, siguiendo cada pista que hallaba. Una huella, una piedra ladeada, algún objeto colocado en lugar donde no debía. Se sabía cada calle de memoria y cada detalle, el cual se esmeraba en no alterar. Pensó en animales, pero por la zona lo único grande aparte de el, eran las cucarachas. No, aquello era una pista evidente de la presencia de una criatura que jamás pensó, volvería a ver.Un humano. Las pistas lo llevaron hasta un complejo residencial. Estaba claro cual sería su ruta a partir de ahora. Tenía decidido cual sería el plan a seguir. A partir de ese día, iría a este sitio. Pacientemente esperaría su llegada. Para verlo. Con detenimiento. Lo observaría en silencio, sin revelar su presencia. Todo ello para llegar a la única conclusión. Que ya no estaba solo.

De repente, su mente se envolvió en un torbellino de pensamientos inimaginable. Se sentía inseguro, no sabía como reaccionar ante aquella situación. Miró a la ciudad. Su ciudad. Buscó una respuesta. Y solo encontró el silencio.

Cenizas a las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora