Linternas

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Las doradas linternas que adornaban el cielo nocturno de Liyue transportaban consigo los sueños y deseos de la humanidad, entre ellos los anhelos de la viajera de las estrellas. Para Lumine, asistir al Rito de la Linterna se había convertido en una tradición que perduró durante todos los años que vivió en Teyvat. Con frecuencia prestaba su ayuda tanto en la organización como a todo el que la requiriese, y aunque a veces terminaba exhausta, ver la alegría en los rostros de la gente era suficiente para ella.

Siempre tuvo presente que al mismo tiempo otra persona luchaba entre las sombras durante la celebración, dando su vida para asegurar la paz de Liyue. Cuando se acercaba la hora de lanzar los fuegos artificiales, Lumine se despidió de los amigos que la habían acompañado durante la velada y subió a una montaña cercana para acudir al encuentro del Guardián Yaksha. Él le había prometido ir a ver los fuegos artificiales junto a ella desde un lugar seguro.

Lumine había sentido interés por Xiao desde que se conocieron, por más que éste se alejara en un inicio. Con el tiempo pudo descubrir la naturaleza bondadosa que él poseía, y el interés que sentía por él se fue transformando en afecto. Por su lado, Xiao se había mantenido ajeno al mundo mortal hasta la llegada de Lumine. Era la única persona capaz de resistir el efecto de su deuda kármica, y la única que había insistido en entrar en su vida.

Al subir a la cima de la pequeña montaña desde la que se podía visualizar la ciudad y el mar iluminado, la viajera lo halló de pie, de espaldas a ella. De forma inmediata él se dio cuenta de su llegada y se dio la vuelta para recibirla. La ligera sonrisa en su rostro no podía enmascarar el aspecto cansado que él presentaba. Lumine supuso que la lucha se había prolongado hasta hace poco.

—¿Has tenido muchos problemas antes? —preguntó la viajera.

—Estoy bien, nada de lo que debas preocuparte —dijo Xiao.

—No hacía falta que hicieras el esfuerzo por venir.

En el pasado, la celebración despertaba en Xiao sentimientos amargos, pues es en esas fechas cuando los demonios presentaban mayor actividad. Mientras los mortales disfrutaban despreocupadamente de la celebración, a él sólo le esperaba una cruenta batalla. Sin embargo, él escuchaba todas las plegarias y gritos de auxilio. Era su deseo de proteger los sueños de la gente lo que le daba fuerzas para luchar.

—Sé que querías que te acompañase. Y por mi parte, también quiero presenciar esto junto a ti —dijo Xiao.

Quería ofrecerle a la viajera una agradable memoria del rito que pudiese llevar consigo incluso después de que la erosión convierta su mundo en polvo. Y también guardar para sí mismo el recuerdo, y tal vez, la festividad que sólo había asociado a violentas batallas cobraría un nuevo significado.

—Te he traído una linterna para que tú también puedas pedir tu deseo —dijo Lumine mientras sacaba la linterna de su bolsa y la colocaba entre las manos de Xiao—. ¿O vas a decir que no tienes nada que pedir?

Él se quedó mirando la linterna pensativo.

—Está bien, lo haré.

Nunca hablaba de sus propios deseos. Diferentes ideas cruzaron su mente: la paz de Liyue, bienestar para Rex Lapis, el reposo de sus compañeros... Alzó la vista y al toparse con la mirada de la viajera, Xiao supo al instante lo que quería escribir.

Una vez hubo escrito su deseo, dejó que la linterna se elevase en el aire. Ambos contemplaron cómo se unía al dorado océano en el firmamento.

—¿Qué has pedido? —le preguntó Lumine con curiosidad.

—Si lo digo no se cumplirá —respondió Xiao—. ¿No es eso lo que suelen decir los mortales?

—Ya te dije que eso no funciona así.

Ella no insistió más, y se planteó las posibles opciones que podría haber pedido él. Lo que no imaginaba es que ahora en el cielo había una linterna que rezaba por la felicidad de la viajera.

Se sentaron en la hierba uno al lado del otro y conversaron mientras esperaban a que los fuegos comenzasen. Hablaron de todo lo que no pudieron decirse en el tiempo que habían estado separados. De forma cíclica, Lumine visitaba una nueva región del continente, mientras que Xiao continuaba con sus labores, pero siempre volvían a reencontrarse. Ella le contaba historias sobre su viaje y le traía regalos, y al mismo tiempo él se daba cuenta de que en cada regreso la viajera iba adquiriendo más poder. Lumine lo había llevado a la vida cotidiana y le había ofrecido su amabilidad. Su presencia calmaba su dolor. Él, que había estado perdido en medio de una interminable ventisca, al fin pudo encontrar el calor de nuevo. Nada quería más que poder mostrarle su gratitud, y estaba dispuesto a protegerla con su vida y a cumplir sus deseos.

Los fuegos artificiales comenzaron y llenaron la noche estrellada de vivos colores. Eran el tributo a los adeptus de antaño. Aunque la viajera había visto ese escenario en muchas ocasiones, la maravillaba como la primera vez.

La vista de Lumine fue hacia su acompañante, que contemplaba el cielo con una inusual fascinación. Quedó embelesada al admirar su belleza, y al darse cuenta de que ella lo estaba observando, Xiao se giró para mirarla a los ojos. Permanecieron perdidos en el otro por un momento; pronto el espectáculo principal del festival pasó a ser un mero telón de fondo.

Cuando se dio cuenta de que el ritmo de su corazón se había acelerado, Lumine fue la primera en romper el silencio.

—Me siento muy feliz de que estés aquí.

—Yo también —respondió Xiao—. El concepto de felicidad no es algo con lo que esté familiarizado. Siempre he pensado que los Yakshas estábamos condenados a sufrir sin descanso. Estoy acostumbrado a la soledad, pero después de todo lo que hemos pasado, la idea de no volver a vivir contigo momentos como este se me hace insoportable.

—Entonces continuemos forjando nuevos recuerdos. Estaremos juntos —dijo Lumine—. Después de rescatar a mi hermano, me quedaré en Teyvat.

Él no podía ofrecerle lo mismo que cualquier humano corriente. No podía darle una vida pacífica y despreocupada. Pero aun así, una parte de Xiao deseaba que la estrella, eterna testigo del mundo, se quedase a presenciar su propia historia hasta el fin.

—Como el último superviviente de los Yakshas tengo que seguir luchando. Mi deber nunca terminará. Si a pesar de eso me aceptas, yo... quiero experimentar más sobre este mundo contigo y aprender más acerca de ti. ¿Estarías dispuesta a acompañarme?

—Sí —le respondió ella con una firme determinación.

—Lumine...

A Xiao le resultaba difícil expresar lo que quería decir a continuación. De nada servía echarse atrás en ese momento, necesitaba hacerle llegar lo que sentía.

—Te quiero.

Ella sonrió.

—Yo también te quiero.

Sólo las linternas del cielo presenciaron el beso fugaz que compartieron, sellando su promesa de amor para la posteridad.

Más allá del mar de linternas | XiaolumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora