—No esperarás que crea toda tu charlatanería o ¿sí? Tienes el descaro de poner a la señora Druks contra mí, invades mi casa y ahora dices, que ese gran secreto tuyo es una escena desalineada de algún cuento de hadas —expresa Amarilis en tono vacilante.
—La señora Druks solo se preocupa por ti, y tienes que creerme... —Madeleine lo piensa por un momento—. ¿Acaso no viste a dónde fui en la madrugada? Estoy segura de que se puede ver desde esta casa... —se acerca a la ventana de la cocina—. Bueno, no desde aquí abajo, pero sí en el piso de arriba.
—Eso de estatuas vivientes no es tan fantasioso como que le cortaras la cara a Can —comenta Amarilis para sí, sosteniendo su mentón, como si ignorara que Madeleine está presente.
—Es raro... ¿Tú solo me viste pasar por el frente? —interroga Madeleine con mirada inquisitiva.
—Uy, sí, porque es muy normal ver a alguien merodeando por allí en la madrugada y te pasas el resto de la hora vigilando... La gente duerme, genio —repone en tono socarrón.
—No, tú eres la genio y mentirosa. Sé que tú no duermes... —responde Madeleine con algo de obstinación. Amarilis abre los ojos como canicas—. Tú misma me dijiste esta mañana que vigilabas mi regreso.
Amarilis se calma.
—Además, tú sufres de insomnio —completa Madeleine.
Amarilis se pone más tensa que antes.
—¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué me disculpe? ¿Dinero? —responde Amarilis con hastío.
—Quiero que me ayudes. Y no quiero que lo hagas de mala gana, en verdad necesito confiar en ti... —insiste Madeleine.
—Yo no puedo, Madeleine. No soy apta para eso —desdeña con el ceño fruncido.
—¿Cómo que no eres apta? Lo dices por lo de tu hermano, pues ya supéralo y duerme tranquila...
Amarilis se avienta contra Madeleine y la pega contra la pared, mientras sujeta mechones de su cabello naranja en su puño. Madeleine trata de resistirse.
—¿Pretendes atormentarme con eso? Solo vete, no quiero tener nada que ver contigo. La verdad no soy yo, sino tú. Tú no eres apta para la confianza. No sabes lo que se siente estar en mis pies: una chica fastidiosa como tú, jamás lo entendería —le replica Amarilis con la mirada húmeda y parecida a la de un animal que trata de defenderse. Afloja el puño cubierto de semirizos naranjas.
Madeleine le atina un gran empujón a Amarilis, quien se ve obligada a sostenerse de la nevera y el mesón.
—¡¿Crees que no sé acerca de sufrimiento?! ¡¿Crees que lo tuyo es lo peor?! —exclama con lágrimas, el cabello enmarañado y salpicando un poco de saliva—. Lo he vivido en carne propia, y aun así sé que hay cosas peores.
Amarilis le observa un tanto seria, disimulando asombro.
—No imaginas lo terrible que es tener que renunciar a tu vida normal por culpa de unos psicóticos. Psicóticos que te mandan amenazas de muerte a diario solo porque no permitiste que algunos de sus colegas enfermos, te haya violado —solloza, cayendo de rodillas al suelo.
El asombro de Amarilis se convierte en estupor incontenible. Medita por unos segundos tratando de vencer el nudo que se le hace en la garganta.
—Al-Al-Alma dijo... que ustedes se habían mudado... por ampliar su visión... Esto es serio, Madeleine: no puedes bromear con esas cosas... —dice Amarilis con tono ligeramente tembloroso y algunas gotas de sudor bajando por su mejilla.
—Fue lo que ella dijo para apoyarme, o ¿tú crees que es muy grato andar por allí diciéndole a todo el mundo: Ah, pues, vine a esta isla porque en mi país trataron de violarme y como no pudieron, amenazaban con matarme? —responde, subiendo la vista con tono desgarrador.
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Sueños de Baltimore
FantasyMadeleine Ewrite lidiará con un duro proceso al que se le sumará un montón de problemáticas a causa de ser portadora de un poder peculiar. ¿Podrá haber paz en un mundo donde existen los Stringers? ¿Podrá Madeleine desvelar el origen de su poder y aq...