La atmósfera en los baños del harem era tensa. Las esclavas y sirvientas se afanaban en calmar a la recién llegada, cuyo comportamiento salvaje las había agotado. La llegada de Daye, una de las figuras más respetadas y temidas del harem, hizo que todas las miradas se volvieran hacia ella.
—¡Por fin se calla! —murmuró una de las sirvientas al ver cómo la presencia de Daye había silenciado a la recién llegada.
—¿Qué es todo este alboroto? —preguntó Daye con voz firme, su mirada fija en la chica.
La chica, al verla, se sintió de alguna manera reconfortada y asustada al mismo tiempo. Era una mujer mayor, con una postura y presencia que irradiaban autoridad. Sin embargo, la reacción de las demás mujeres hacia ella le hizo darse cuenta de que tenía que comportarse.
—Por favor, suélteme. Tengo mucho de decirles —dijo la chica, esta vez en un tono más calmado, aunque todavía tembloroso.
Daye se acercó a ella y la miró directamente a los ojos.
—Eres una extraña que invadió este palacio. No podemos permitir que traigas ningún peligro al palacio. Permite que te limpien y te revisen, es por tu propio bien y el de todos aquí.
La chica apenas entendió las palabras, pero el tono firme y los gestos de Daye fueron suficientes para que asintiera lentamente, consciente de que no tenía muchas opciones. Las sirvientas, aliviadas, reanudaron su trabajo, esta vez con menos resistencia por parte de ella.
—Gracias, Daye —dijo la doctora con un suspiro de alivio—. Ahora, podremos preparar a esta mujer para presentarla ante la Madre Sultana.
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En los aposentos de la Madre Sultana, la conversación continuaba mientras Hatice y su madre esperaban noticias de Daye.
—Madre, ¿qué piensas hacer con la bolsa que mencioné? —preguntó Hatice, curiosa.
La Madre Sultana frunció el ceño pensativamente.
—Dependiendo de su contenido, podríamos obtener valiosa información sobre su origen. Podría ser la clave para entender quién es y por qué está aquí.
Antes de que Hatice pudiera responder, la puerta se abrió y Daye entró con firmeza.
—Madre Sultana, la mujer está lista para ser presentada —anunció Daye.
—Perfecto, tráiganla —respondió la Madre Sultana.
La chica fue conducida a los aposentos, vestida con ropas elegantes pero sencillas, que resaltaban su belleza natural. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba hacia la imponente figura de la Madre Sultana, quien la observaba con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Ella reconoció a la Madre Sultana y a Hatice de la telenovela "El Sultán" y sabía que cualquier error podría costarle caro.
—La Sultana madre y la Sultana Hatice son muy bonitas —susurro la chica.
—Acércate, apenas pude escucharte —dijo la Madre Sultana, con una voz que, aunque suave, no dejaba lugar a la desobediencia.
La chica dio un paso adelante y se inclinó respetuosamente, tratando de recordar todas las escenas que había visto en la televisión sobre la etiqueta en el harem.
—¿Cómo te llamas? —preguntó la Madre Sultana.
La chica, sabiendo que no podía revelar su identidad ni su origen, decidió quedarse en silencio, esperando que los gestos y su actitud respetuosa fueran suficientes. tampoco es como si entendiera lo que sea que le estuviese diciendo, su mente se perdió en el hecho de estar frente aquellos personajes de la historia.
—¿De dónde vienes y cómo llegaste aquí? —insistió la Madre Sultana.
—Lamentablemente se desconoce aun su lengua o de donde viene, es imposible comunicarnos con ella —preguntó Daye con voz firme, su mirada fija en la chica.
La muchacha sintiéndose presionado dijo un nombre —Mi nombre es Leorvis Otorongo — dijo la chica con voz firme
La chica sabía que no podía contar toda la verdad, ya que sonaría increíble e improbable. Optó por una versión simplificada de su historia, utilizando los gestos que había aprendido para intentar comunicarse. Señaló asi misma y luego hizo un gesto amplio, tratando de expresar que venía de un lugar lejano y que no sabía cómo había llegado allí.
La Madre Sultana asintió lentamente, estudiando cada palabra y cada gesto de la chica.
—Muy bien. Por ahora, serás separada del resto de muchachas. Pero recuerda, cualquier intento de causar problemas será tratado con severidad. —Luego, dirigiéndose a Daye, añadió—. Asegúrate de que esté bien atendida y supervisada. Mi hijo querrá saber de ella mas tarde.
Daye asintió y condujo a la chica fuera de los aposentos, llevándola a una habitación donde podría descansar y reflexionar sobre lo que le deparaba el futuro.
Kelly~☆
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SIRVIENDO A LAS SULTANAS
ФанфикSiempre aparece alguna fanática de series, películas o juegos que desea estar en esos mundos. Vivir en esos mismos mundos para cambiar, mejorar o revertir algunas escenas. Y porque no, también, divertirse ayudando a sus personajes favoritos.