Caminaba en soledad, ante la mirada de aquellos que no tenían el menester de ocultarse entre las sombras, para que el acto de ser visto fuera en sí mismo un sacrificio. Un desliz, y, ¿qué sería de él? Sus designios no serían más que un pensamiento confinado dentro de una caja de cristal que, a diferencia de la última vez, allí permanecerían. Pero nadie se fijaba en él por más motivo que por tratarse de un extranjero, como si su deber estuviera predestinado a ser ultimado, sirviéndose de la ayuda de la invisible providencia.
La pequeña iglesia a la que acudía no era más que una vaga reminiscencia de las edificaciones de su patria. El eco de sus pasos era delator, pero no había nadie ante quién acusarlo más que aquel que, deseaba creer, siempre lo observaba.
Resultaba gracioso que ni siquiera Dazai hubiera imaginado alguna vez que pudiera visitar aquel edificio a pesar de ser un hombre de fe, pero comprendía la lógica detrás. Si ver a Dazai era ver un reflejo distorsionado, se reconocía a sí mismo en ese razonamiento sin falla alguna. Estaba seguro; si alguien lo sugería, Dazai iba a refutarlo. El motivo era claro: ¿por qué él, un emisario de Dios, iba a rezar? Los siervos deben obedecer, no pedir, anhelar o perseguir algo para sí mismos. No era más que una herramienta cuyo único motivo de existencia era ser la mano que impartía la voluntad de los cielos en la tierra. Si yacía algún deseo en él, no era más que el cumplimiento de su deber. Era su único propósito. Y así se había mantenido, libre de deseos, pero carne es y la carne corrompe su camino en la tierra.
No amaba a nadie, ¿cómo podría? Y aun así, un hombre era el motivo de sus rezos.
Se sentó en los vetustos bancos y entrelazó sus dedos como había hecho incontables veces para rezar por el hombre que se había opuesto a Dios para oponerse a sí mismo.
En un inicio, la filosofía de Nikolai había despertado una morbosa curiosidad en él. Era la esencia opuesta a sus doctrinas; en lugar de buscar acercarse a Dios, buscaba lo contrario: su ausencia y, en consecuencia, la ausencia de su ser. Pero ante los ojos de Nikolai, esa era la verdadera salvación. ¿Qué más podía deparar tan absurdo camino? Había decidido seguirlo, no como acompañante, sino como aquel que presiente una tragedia y, en las sombras, espera su desenlace. Pero se había acercado tanto que, a veces, parecía caminar junto a su lado por ese mismo sendero.
A diferencia de todos aquellos que lo conocían, Nikolai no temía tocarlo. Era extraño cómo uno podía volverse de repente consciente de la calidez de otro cuerpo. ¿Acaso todos lo notaban? ¿Acaso todos sentían el calor que implicaba la presencia del otro? ¿Y qué hay del frío de su ausencia? Tan poco lograba distraerlo, a tal grado, que Nikolai podía acercarse tanto como quisiese que él no se apartaba.
Nikolai había terminado por acostumbrarse a tomarlo de las manos cuando se exaltaba y, como se ahogaba en una plétora de emociones, aquello ocurría cada vez que sus caminos se cruzaban. Pero no se rehusaba; había algo que se lo impedía. Contemplaba sus manos, como estas eran más grandes y fuertes que las suyas que terminaban por quedar ocultas, y mirarlo a los ojos de repente se tornaba en un acto inconcebible. Su corazón, de un latido que se mantenía apacible aun ante la adversidad, se enloquecía con facilidad ante sus palabras, sus acciones, con su mero pensamiento. Y él, que todo lo comprendía, lo encontraba indescifrable.
—¿Morirías si así te lo pidiera? —le había preguntado una vez.
Una pregunta inocente. Una pregunta cruel. Nadie debía responder a algo así, pero si la formuló fue tanto por misericordia ante el hombre frente a él como consigo mismo. El egoísmo comenzaba a manchar sus acciones, ensuciando así su inquebrantable voluntad con el deseo propio. Si anhelaba morir, ¿no viviría para contradecirlo? ¿Se creería autor de tal idea o la creería inducida? Nikolai torcería la lógica, la tornaría descabellada, impredecible, como si cortara a ciegas los hilos de una marioneta que realizaba una danza que ni él mismo comprendía, hasta caer al suelo, alegre porque el mal provino de su libre albedrío. Pero viviría o, al menos, eso era lo que anhelaba; jamás se podía adivinar con Nikolai.
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Exentos de Dios [Fyolai]
FanfictionFyodor busca la salvación de Nikolai. Fandom: Bungou Stray Dogs Ship: Nikolai / Fyodor Advertencias: religión, muerte, angst Cantidad de palabras: 1679 Fanart de la portada: creantzyy https://www.instagram.com/creantzyy/ https://twitter.com/creantzy