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En algún punto Jeon sentía su corazón romperse cada vez que pensaba en su familia. Lo destrozada que estaba su alma por las duras palabras de su madre, las cuales resonaban una y otra vez en su cabeza, invadiendo los pensamientos de si valía la pena mantenerse vivo.

Solo pedía un poco de piedad a Dios, solo un poco.

Se mantenía prisionero a la posibilidad de que su madre con tal de mantenerlo alejado, pudiera mandarlo al extranjero y abandonarlo por ser una aberración al apellido Jeon.

Su padre por el contrario estaba neutro a cualquier tema, nunca preguntaba u opinaba, solo se limitaba a escuchar cuando su amada esposa maldecía a su hijo por llegar dopado en drogas y apestando a alcohol. Observaba todo pero no decía nada, sus dedos jugaban con su labio inferior como si quisiera decir algo pero se negaba a pronunciar alguna palabra.

El pelinegro ya ni siquiera se sorprendía de que su padre fuera así de indiferente en las discusiones, era tan rutinario que solo ignoraba la presencia de su progenitor como si de una estatua se tratara.

La casa se convirtió en un infierno para aquellos que habitaban en esta, ninguno quería permanecer mucho tiempo ahí porque rápidamente se miraban las caras y comenzaban las peleas que justamente eran un intento de arreglar su situación.

¿Terapia? Jeon lo pensó algunas veces pero se negaba a platicar con otra persona respecto a sus problemas emocionales, prefería olvidarlos con un par de pastillas y no lidiar con el estrés de pensar si la vida para el era tan injusta como creía.

- ¿Jeon, a donde vas? - La voz de su madre erizo su piel aunque ella no estuviera cerca.

- Por ahí. - Contestó tranquilamente.

- Dos bofetadas no bastaron, ¿Debería romperte todos los dientes talvez? - a paso lento se acercaba al pelinegro.

Jeon observo fijamente la postura amenazante de su madre, hizo presión en su mandíbula intentando tragar la gran cantidad de insultos que podría llegar a decir, mas con una línea de COC recién inhalada.

- ¿No dirás nada escoria? - Alzó la voz, llamando su atención.

- Mátame si es lo que deseas, madre... No te detendré - Sus ojos chocaban directamente con los ojos oscuros de la mujer. - Haz lo que quieras conmigo, pero ya deja de balbucear.

- Maldito ingrato. - La mujer esculpió en el rostro del menor. -1 Arderas en el infierno por todos tus pecados, Jung Kook.

- ¿Y qué crees? Tú estarás a mi lado. - La mujer cambio su semblante antipático a uno absorbido por el enojo - Los pecados de esta familia deben ser limpiados, habrá que sacar las manzanas podridas del árbol y no me importará arder en el infierno. Debe ser mucho más acogedor la muerte que esta maldita casa llena de mentiras.

La mujer quedó callada, tragando la impotencia que sentía de oír las palabras del menor, no le dolía, le causaba rabia darse cuenta lo estúpida que se comportaba con su propio hijo. El no tenía la culpa de lo que pasó pero aún así no dejaba de insistir en hacer la vida del pelinegro una verdadera pesadilla.

Observo detenidamente las pupilas totalmente dilatadas de su pequeño hijo. Sentía culpa y arrepentimiento por se una de las causantes de aquel desvió tan abrupto, Jeon era su pequeño que creció sin la total atención, era su culpa.

Estalló en llanto al escuchar la puerta principal cerrándose, Jeon había salido huyendo de su propia casa, como siempre. Ella no lo dejaba vivir en paz, lo acosaba con el pasado, restregándole lo que sucedió como si por arte de magia el pelinegro pudiera rehacer el pasado y evitar aquel trágico accidente que le arrebato la vida a su hermano.

ᴄᴀꜱᴛɪɢᴏ ᴅᴇ ᴀᴍᴏʀ [kookv]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora