Prologo

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—Alex dame la mano, venga cariño.

Mi abuela me hablaba, su voz sonaba a lastima. Yo solo quería desaparecer lejos de éste lugar.

—Mírame todo se arreglará, te lo prometo.

¿Con esa promesa podrían regresar mis padres? Lo dudaba, nadie volvió después de haber muerto.

Me encontraba viendo el vacío, si caía desde esta altura estaría a salvo de lo que sentí cuando la policía llegó a casa hace unos meses.

"Los dos han muerto señora, lo siento"

Ahí me quedé, ahí se acabó y ahí intenté ver mi vida futura y ahora aquí estoy pensando que lo mejor es estar con ellos a su lado.

Estiré una pierna y me eché un poco hacia adelante. La adrenalina que sintió mi cuerpo me recorrió de arriba abajo.

—¡Te lo suplico Alex! ¡Ya no puedo soportar otra tragedia más! ¡Solo tienes quince años maldita sea!

—¿Y si echaba la otra? ¿Qué se sentiría cuando estuviera cayendo al vacío?

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ALEX

Tener veinte años, no te hacía pensar de otra forma, solo es que encontré otras vías para sacar la frustración que sentía.

Cansaba mi cuerpo con el deporte de todas las índoles, pero el extremo es el que conseguía mejores resultados en mí. Corría los jueves para ver a mis padres, estaban en el cementerio estatal a veinte kilómetros de mi residencia estudiantil y luego me quedaba un rato hablando con ellos antes de volver.

Estudiaba en el mismo lugar que lo hicieron ellos y la habitación que ocupaba, la ocupó en su tiempo mi padre.

En la que estuvo mi madre estaba una chica llamada Amanda. La vi de lejos unas cuantas veces al llegar de nuevo para cursar otra vez el curso que dejé colgado hace dos años.

Maldita prioridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora