Capítulo 1: Presagio

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Con la sangre inundando mi boca, escupí el líquido al suelo empedrado, el sudor en mi frente cae como agua tibia mezclada con sangre fresca. Se que estoy rota en la cabeza, rota en muchas partes, como una muñeca de porcelana que finalmente será desechada a la basura, porque ya no sirve, ya no sirvo más.

Nadie, no tengo a nadie a mi lado, sé que estoy a punto de morir y me habría gustado qué al menos alguien conociera mi historia, que alguien me recordara en mis últimos momentos... sé que es mucho pedir para alguien como yo.

—Coff, coff —tosí sangre mientras me apoyaba en la pared de mi celda—, pero esto es lo que pasa cuando eres una mierda de ser humano.

Mi nombre era Sarah, yo fui una asesina perteneciente a una organización sin nombre: *espacio en blanco*. En ocasiones, me veía involucrada en situaciones en las que mi vida peligraba. Sin embargo, fui capaz de sobrevivir gracias a una increíble fuerza de pura voluntad.

En mi larga y caótica vida, conocí a personas muy importantes.

Mi maestro (amante al que hoy en día apenas y recuerdo), mi hermanita Rubí y por último a mi pequeña Karina, la hermosa rubia a la que adopté y crie junto con mi querida hermana. Karina, la que me sucedería después de mi muerte... confió en que no hay mejor persona en este mundo que pueda cuidar de mi hermana.

Al menos puedo morir sabiendo que ellas estarán juntas.

Ahora que mí tiempo de reclusión, por fin ha culminado... Puedo decir que no me arrepiento de nada de lo que hice, ni siquiera de haber asesinado a inocentes.

Porqué morir arrastrando arrepentimientos detrás de sí, es absurdo.

Porque cuando le quitas la vida a alguien, no se resuelve con un simple «lo siento».

Mire las amputaciones de mis extremidades, sintiendo una molesta comezón en el dedo meñique que ya no estaba allí. Entonces no pude evitar recordar aquellos rostros sin ojos a los que les quité el dedo meñique. Como si se tratara de una agridulce ironía del karma. Todo lo que das, se te regresa. A pesar de saberlo, todavía creía que mi pronta muerte se sentía demasiado injusta.

Mi mente se quebró, mi cordura se esfumó... y es que el dolor te cambia, te destroza y lo que queda es... simplemente un pedazo inerte de ti, de la Sarah que se esfuma y se funde con la nada.

~⁛~⁛~

Pasado unos meses, el lugar donde estaba retenida se llenó de hombres vestidos de negro. Mis subordinados me encontraron, pero era demasiado tarde, en los últimos momentos de mi vida... vi a los compañeros que si me fueron leales hasta el final.

—Llegan tarde... tontos... —les regañe con la poca fuerza que me quedaba trate de que la despedida no fuera deprimente.

—Lo sentimos por la tardanza líder —dijeron ellos, con las voces quejumbrosas.

—¿Do-dónde está Karina?

—¡Aquí estoy Sarah! —grito una voz femenina.

Velozmente se acercó a mí y me cogió entre sus delgados pero fuertes brazos, sus lágrimas me caían al rostro.

Aah, suspiré con pesar, Karina sigues siendo una niña llorona... Pero eso estaba bien, ella no abandono su humanidad como yo, incluso en esta vocación donde tus manos siempre están manchadas de rojo.

—Ya, ya, ya es hora, sé que lo harás bien... —le dije con la voz entrecortada.

—Lo sé, no fallare, te lo juro sniff, sniff.

Pude ver en sus ojos la confianza y determinación que tenía...

«De ser así, me voy en paz», pensé aliviada.

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