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Nadie en esa habitación decía nada, uno no quería incomodar y el otro no quería hablar. Diego observó a su hermano de pies a cabeza, sabía que no estaba dormido aunque tuviese los ojos cerrados, su pecho se movía de manera normal, no lenta y pausada como cuándo uno duerme. Sus ojos se posaron en su mano vendada que la mantenía posaba delicadamente encima de su abdomen, su cabello húmedo mojaba la tela de las almohadas porque sí, Diego lo obligó a bañarse en lo que él se encargaba de limpiar el desastre de aquella habitación.

Faltaba poco para terminar, Kevin había ayudado un poco tirando la basura lo que se había roto y no importaba mucho, y luego se recostó asegurando un fuerte dolor en su cabeza y desde entonces se había mantenido "tranquilo". Diego no entendía qué había ocurrido, pero sabía que su padre no debía enterarse, no por el momento, o esto escalaría extremos que, está seguro, Kevin no quiere que lleguen.

Y trataba de respetar eso aunque en el fondo este más que preocupado por su hermano.

—Kevin, ponte algo que te cubra la mano o papá hará preguntas.

A sabiendas de lo que trataba de insinuar Diego, el mayor se levantó despacio, sabía que tenía abrigos que le quedaban una talla más grande y las mangas continuaban más allá de sus manos, eso podría servir. Abrió su ropero y visualizó rapidamente las prendas colgadas en los percheros, tomó el primer abrigo que vió y lo sacó con brusquedad haciendo que un par más cayeran al suelo, bufó y se agachó para recogerlos y meterlos hechos una bola de ropa pero se percató de algo.

Una sudadera roja con una pequeña araña bordada a la altura del pecho, la tomó con delicadeza ignorando las demás prendas y cerró su armario. La observó detenidamente, Julián le había prestado aquella sudadera y como es ley de vida, Kevin se la había quedado. Acercó su nariz a la tela, aún conservaba el perfume del que era el hombre de sus sueños, quizás lo seguía siendo pero ya no era suyo y esa es la diferencia.

Apegó la prenda a su pecho, abrazándola con fuerza, sus piernas flaquearon, obligandolo a caer de rodillas al piso y sentarse encima de sus talones. Esto llamó la atención de Diego quien corrió hasta llegar a su hermano, notó la prenda a la que Kevin se aferraba y después la mirada perdida de este, sin brillo, sin vida, únicamente una mirada oscura y opaca que miraba a la nada.

Quiso arrebatarle la sudadera ya que Kevin no se levantaba, con su mano jaló un extremo pero el mayor no tenía deseos ni ganas de soltarla, pareció reaccionar porque un sollozo escapó de sus labios. Diego pensó que Kevin estaba a punto de llorar, dándole consuelo con un abrazo y dejándolo desahogarse en él por completo.

Pero no.

Las lágrimas, una vez más, no llegaron a caer. Dejando a Diego abrazando a Kevin y este, a su vez, abrazando lo último que le quedaba del chico que tanto ama.

Kevin logró ver el amanecer por su ventana al no haber pegado el ojo en toda la noche, su mano dolía y su cabeza también, no se había levantado hasta que escuchó ruido fuera de su habitación

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Kevin logró ver el amanecer por su ventana al no haber pegado el ojo en toda la noche, su mano dolía y su cabeza también, no se había levantado hasta que escuchó ruido fuera de su habitación. Salió arrastrando sus pies, bajando las mangas lo más que pudo cubriendo su mano vendada, trató de arreglarse el cabello con sus manos y saludó a su papá y a su hermano.

Tu falta de querer | Julián x Kevin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora