Parte V (Final)

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"Mi imaginación es mi única realidad"

Walter Riso

Enamórate de ti mismo






Luego de escuchar aquella confusa conversación, sus pasos se volvieron pesados hacia su habitación, en medio de esa penumbra que casi no le permitía respirar y pensar con calma, y que aun así, vuelto en un terrible arrebato se precipitó a llegar y meterse bajo las sábanas. La sensación de estar enclaustrado, como si las sábanas fueran una cárcel para los indispuestos de la mente, se avivó con cada palabra del recuerdo: "Voy a contactar con un psiquiatra, una casa de salud mental...", de nuevo, "Voy a contactar con un psiquiatra, una casa de salud mental..." tiró la sabana y se levantó apresurado. Comenzó a buscar la dichosa maleta que siempre tuvo preparada para un momento de fuga como lo era ese instante. ¿Por qué tendría preparado algo como eso? Siempre creyó que llegaría un día en el cual necesitaría hacerlo, solo que hasta ese momento se había contenido.

Oía los grillos cantar, parecían bastante lejanos, un cántico de libertad a expensas de la propia naturaleza y un cielo tan infinito que le causaba pavor.

Se vistió y se calzó los pies, en sus manos notaba el nerviosismo, la excitación ante la duda de un futuro que pendía tan incierto como quedarse en casa.

—Levi.

Martín irrumpió sus pensamientos paranoides con su voz fina.

—Vete a tu habitación —le dijo, notando también el quiebre en su propia voz.

—¿Dónde vas?

El niño tendría que haber visto su mochila y sus pies calzados con los deportivos. Se pasó la mano por la rodilla descubierta, le gustaban esos pantaloncillos cortos que de alguna forma no precisó en su elección. Dio varias vueltas en la habitación hasta estar seguro de lo que hacía, asió la mochila y se la tiró al hombro.

—A dar una vuelta.

No quería decirle que lo abandonaría por un indefinido tiempo, aunque ciertamente, y tratando de serenarse, buscó las palabras adecuadas para no instar otro escenario más dramático. El niño tuvo que creerse lo que le decía porque pareció comprender, sí eso era, un berrinche de adolescente, una escapada efímera para lograr comprender.

Martín estaba saliendo de la habitación cuando lo llamó y le dijo, acogiéndose a que no sabía cuánto tiempo no lo vería:

—Los titanes no volverán para hacerte daño así que duerme sin preocuparte por eso —casi lo susurró, como si temiera que de algún lado saliera Hanji y lo escuchara para reafirmar sus creencias patológicas sobre él.

El niño pareció convencido, relajando la expresión y mostrando además, un dejo de resignación. Con los ojos llenos de sueño, volvió a su habitación, silencioso como había llegado.

Entonces, Levi dio un vistazo extendido, la luz de la habitación de sus padres ya se había apagado. Entrecerró los ojos y apretó la tira de la mochila, caminó con parsimonia hasta cuando volvió a inquietarse y prefirió correr al garaje en busca de su bicicleta. Hizo el menor ruido posible para cerrar y abrir la puerta interna, volvió dentro de la casa con su vehículo a la libertad y se precipitó a la salida.

—No demoro en regresar —dijo en voz baja, como si hubiera alguien quien pudiera escucharlo en la estancia, solo el ruido de la nevera lo acompañaba.

𝔄 𝔱𝔦, 1000 𝔞ñ𝔬𝔰 𝔡𝔢𝔰𝔭𝔲é𝔰 |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora