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Jimin caminó a paso rápido hasta su casa sin la mínima intención de detenerse, se sentía demasiado avergonzado y expuesto. Jungkook tuvo que decirlo así, no frente a Jin, mucho menos al propio Yoongi.

Se quejó en voz baja, pensando en cómo haría para dar la cara al siguiente día.

—¡Jimin!

Ni siquiera se giró, siguió buscando en su mochila las llaves de su casa hasta que las encontró, ignorándolo, no estaba listo para enfrentarlo tan de repente, todavía no.

—Jimin...

Suspiró con cansancio al sentirlo más cerca, cerró su mochila y la dejó a un lado de la puerta, dirigiendo su mirada al mayor que no cambiaba su expresión tan desesperada cuando sus ojos se encontraron.

—Ya lo sabía— dijo directamente y sin rodeos, confundiéndolo— Sabía que estaba en medio de una absurda apuesta con todos tus tontos amigos.

—Yo no quise...

—Solo quería que me lo dijeras, que fueras sincero a pesar de que no significo nada
—agachó la mirada, dejando que la tristeza llenara su pecho de manera inevitable.

—No sabía cómo hacerlo... No quería hacerte daño— trató de acercarse, pero Jimin no se lo permitió.

—Imagino que no— sonrió débilmente, cansado— Dile a tus amigos que ganaste y déjame en paz.

Yoongi no apartó la mirada del pelirosa, sintiendo su propio corazón romperse ante esas palabras. Aceptando lo mucho que Jimin le gustaba.

—A mi de verdad me gustas, Jimin —confesó— No voy a mentirte, al inicio todo fue planeado, pero mientras más tiempo pasábamos juntos, yo-

—No— negó con la cabeza, interrumpiéndolo— Realmente eres bueno mintiendo, y ahora que sé todo esto, no necesitas llevarlo más lejos. Tal vez les parezca divertido a ti y a tus amigos hacer este tipo de cosas, pero eso es caer muy bajo, demasiado para chicos de último año como ustedes.

Yoongi se mantuvo en silencio, dolido por la indiferente reacción a su confesión, y muy en el fondo, sabía que había sido su culpa.

—Intenté seguirte la corriente porque también era divertido, pero terminé creyendo que era real... Por eso, puedes decirles que ganaste —siguió hablando ante el silencio del mayor.

Jimin, de manera indirecta, estaba confesando sus sentimientos, y aunque Yoongi parecía no asimilarlo del todo, no sería tan idiota de decirlo directamente, eso sólo significaría darle más razones para seguir humillándolo.

—Lo siento mucho, Jimin— dijo con honestidad el mayor, luciendo herido.

El pelirosa suspiró con tristeza, abrió la puerta con sus llaves y entró sin siquiera responder.

Por lo menos, la mentira había terminado.

Por lo menos, la mentira había terminado

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