El zorro y la bestia

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Una pobre mercader deja partir al menor de sus hijos a las fauces de una bestia que lo reclama con ímpetu.

;Basada en la obra "La Bella y la Bestia" de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont.


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Rosemary Prower era una vulpina de avanzada edad, poseedora de grandes riquezas que disfrutaba en la compañía de sus tres hijos, a los cuales nunca faltaba prenda o educación y buscaba consentir por todos lados.

Zails era el mayor, un quinquenio más grande que el tercero y a tres Navidades del siguiente, sus mayores distinciones se vinculaban a la investigación y la modestia; Miles era el hermano del medio, y todos coincidían en que su gran cualidad era ser demasiado intrépido, para bien o para mal; por último, Tails, a quien no llamaban el Niño Bello, pero tampoco lograban encontrar una palabra que sea acorde a las virtudes y apariencia del menor.

Cada vástago tenía una particularidad, y Rosemary disfrutaba de cada una. Cuando Zails quería soñar con nuevos descubrimientos, Miles quería pelear con el gobernador y Tails entraba en contacto con las personas que los rodeaban. Tails era el único que buscaba relacionarse de mejor manera con demás mercaderes, pobladores y extranjeros. Dada su ardua labor y afabilidad, los obsequios hacia él no solo llegaban de casa.

El trío era solicitado en matrimonio a menudo, mas ninguno cedió nunca su mano. Zails entablaba una conversación que nadie podía seguir, Miles hablaba que ahuyentaba a los aspirantes, mientras que Tails, considerado el ser más tímido y agraciado, no ponía a prueba ni rechazaba las palabras que le recitaban, asentía por cortesía y con suma delicadeza indicaba que era muy joven para comprometerse aún, anhelaba pasar más tiempo al lado de su madre pues no quería dejarla en la melancolía de no continuar viendo a sus tres pares de zafiros.

Sin embargo, un día, lo perdieron todo. Rosemary no tuvo más remedio que desenvolverse en la subsistencia del pedazo del campo que le pertenecía muy alejado de la ciudad. Aunque el dolor de alejar a sus hijos de las cosas que más apreciaban la golpeaba, no podía dejarlos a su suerte.

-¿Trabajar como qué? –Miles tuvo un colapso al oír la palabra "campesinos" salir de los labios de su madre. Zails suspiró agobiado por el radical cambio de vida, pero Tails mantuvo las fuerzas para motivarlos a creer en sí mismos y en que podrían volver a la posición en la que se encontraban dejando de llorar por lo que ya no poseían.

Sus hermanos dudaron. Mayor parte de los pretendientes desaparecieron tanto como el caudal del que disponían antes de la penosa decisión. Tails continuaba acogiendo los halagos que llegaban a sus sensibles orejas, tal parecía ser que la situación crítica de la familia Prower aceleró las promesas de fidelidad, especialmente para el menor, a quien por acercarse lo suficiente dirigían sus miradas al par que en figura se asemejaba a él, pero estaba hecho.

Con lamentos, arribaron a la casa de campo. La mercadera y sus tres hijos pronto se dedicaron al arduo trabajo de labrar la tierra. Cada día, Rosemary hacía sonar la campana a las cuatro de la mañana. Tails despertaba de inmediato, a quien su hermano mayor ayudaba a descender de la cama alta para dirigirse a las afueras. Debían arrastrar a Miles por todo el camino, pero el sacrificio, aunque agotador, permitió armar el ritmo que dio nuevo rumbo a las tres vidas. Ninguno acostumbraba las labores manuales que requerían de fuerza, pero pronto siguieron a su madre y los esfuerzos del más pequeño. Tails, además, se ocupaba de asear la casa y de preparar los alimentos para que ni sus hermanos ni su progenitora tuvieran que hacerlo. Al culminar, corría de regreso a la tierra, llevaba mandados e hilaba cuanto conseguía hasta caer por el cansancio.

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