Las estrellas se veían tan lindas. Nunca había notado lo bellas que eran hasta este momento. Mis ojos no se separaban de aquellos destellos. Competíamos para ver quién apartaba la mirada primero, aunque me era más que claro que serían ellas quienes perderían.
Cerré los ojos. De todas formas soy malísimo para ese juego. Mis párpados pesaban demasiado y amenazaban con cerrarse por completo en cualquier momento, pero una voz a lo lejos me decía que me mantuviera despierto. Lloraba incesantemente pronunciando mi nombre una y otra vez. Sus gritos hacían que me doliera la cabeza, pero cuando intente decir algo mi voz me traicionó y no se dejó escuchar.
Un dolor en mi estómago hacía presencia sin pedir mi permiso. Tenía tantas ganas de irme a casa y ver a mi madre, quien muy probablemente se encontraba preocupada por mí. No estaba contenta cuando le dije que iría a la guerra contra el reino enemigo. Aunque tampoco estuvo muy de acuerdo con mi decisión de formar parte de nuestro propio ejército.
Aún se escuchaba la voz gritando mi nombre, pero esta vez logré distinguir de quién era. Mi amigo Levian estaba en el otro lado de la zona de batalla, siendo arrastrado por unos soldados de nuestro reino. Estos lo tenían agarrado por los brazos mientras intentaban inútilmente meterlo dentro de un barco. Estoy seguro de que ese era el barco en el que iríamos a casa. Pero, ¿por qué aún nadie venía por mí? Estaba muy cansado como para pararme y hacerlo yo mismo.
La fuerza de mi mejor amigo superó la fuerza de aquellos soldados, dejando que viniera corriendo hacia mí. Seguía llorando por alguna razón, una que al parecer yo no comprendía. Estoy seguro de que ganamos, así que, ¿por qué estaba tan triste?
Intente moverme una vez más, pero algo muy pesado estaba encima de mí, impidiendo cualquier movimiento de mi parte. Dolía mucho cada vez que intentaba hacer algo, así que al final solo deje de hacerlo y volví a mirar las estrellas.
Levian no tardó mucho en llegar a donde me encontraba yo. Jamás lo había visto llorar de esa forma. En su rostro no había solo tristeza, había desesperación, enojo, angustia.
—Vas a estar bien, todo va a estar bien— decía mientras intentaba mover algo que estaba encima de mi estómago, pero no logró nada. Ni siquiera sé que era lo que quería decir. Yo me encontraba perfectamente bien, solo necesitaba dormir un poco y mañana estaría como nuevo.
Dejó de intentarlo y solo se limitó a abrazarme. Lloraba demasiado, pero no entendía el por qué. No dejaba de repetir las palabras "lo siento", "por favor, no te vayas". Pero nada de lo que decía tenía sentido. ¿Por qué no en lugar de decir palabras al azar me agradecía por haberle salvado la vida?
Recuerdo que una piedra gigante estuvo a punto de caerle encima, pero gracias a mi intervención se encontraba actualmente enterito. Da igual, no podía decir nada ahora, ya que todo mi cuerpo temblaba y mis músculos ya ni siquiera me respondían. Esta pelea realmente tuvo que haberme dejado exhausto. Mis ojos se cerraban lentamente mientras me dejaba sumergir en un cansancio eterno y un sueño inevitable. Los gritos y súplicas de mi mejor compañero de vida y mejor amigo se escuchaban cada vez menos.
Dios, ni siquiera podía mantener los ojos abiertos un poco más. Daba igual, solo dormiría un rato y luego iríamos de vuelta a casa.
No puedo esperar a ver la cara de mama cuando le diga que ganamos.
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El día que dejé de soñar
Short StoryLas palabras viven en mi corazón, y quiero que más personas las sientan. Este no es un libro, son historias cortas que nacieron de pensamientos, canciones, emociones y recuerdos que salieron de mi mente para plasmarse en palabras. Tengo tantas cosa...