Capítulo O5

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Heejin estaba acostumbrada a comer comida basura, hamburguesas de cadenas de comida rápida, bandejas de comida patrocinada y, sobre todo, toneladas y toneladas de bollería industrial. Por eso, cuando la pequeña galleta de chispitas de chocolate rozó sus papilas gustativas, no pudo evitar cerrar los ojos y gemir con satisfacción.

—¿Te gustan las galletas, Hee Unnie?

Heejin estaba demasiado concentrada degustando el dulce como para contestar, demasiado concentrada incluso como para procesar el apodo de Yeojin, así que se limitó a asentir con la cabeza.

—¡Las hice yo! Bueno, Jin me ayudó un poquitín. Ella mezcló los ingredientes y les dio forma, y también las puso en el horno... ¡Pero yo les puse las chispitas de chocolate! Y todo el mundo sabe que la parte más importante de una galleta son sus pepitas —declaró con orgullo.

Hyunjin río y negó con la cabeza, pensando que su hermana no tenía remedio, mientras Heejin miraba con admiración a la omega. ¿Había algo que no supiera hacer?

—Son las mejores galletas que he comido nunca —dijo con franqueza. Aquella merienda era casi tan dulce como las sonrojadas mejillas de Hyunjin. Jeon solo quería apretarlas entre sus manos y besar sus abultados labios, quería comprobar hasta qué punto el tierno rostro de la pelinegra podría sonrojarse.

—Eres una exagerada, Unnie —habló la omega, apartando su mirada avergonzada y sin poder retener una tímida sonrisa halagada.

—¡Jin es la mejor cocinera del mundo! Siempre me hace pasteles y bollos, mamá dice que, si sigue dándome de comer, me pondré redondita como una pelota.

Yeojin acompañó sus palabras abriendo sus brazos alrededor de su cuerpo e hinchando mucho sus mofletes, como si fuera una persona muy gorda. Hyunjin río suavemente y miró a la pequeña con ternura.

—Creo que mamá tiene razón, no debería darte más dulces.

—¡No, Hyunjin! ¡Los dulces no! —exclamó la niña, alarmada y la pelinegra volvió a reír.

—Solo bromeaba, pequeña —dijo, revolviéndole el pelo a la asustada niña. Heejin solo sonreía al tiempo que degustaba otra de las deliciosas galletas.

Antes de llegar a casa de Hyunjin, pensó que no sabría cómo actuar o qué decir, que se sentiría incómoda delante de la dulce omega, nerviosa, y que terminaría por espantarla, sin embargo, entrar entre las dos hermanas era, de alguna manera, reconfortante. Aquel lugar era acogedor, y la dulzura de Hyunjin parecía impregnar cada rincón de la casa, llenándola de luz y envolviendo a Heejin en una esponjosa nube de felicidad.

—Nunca me habría imaginado que supieras cocinar.

Y eso era mucho decir, porque Heejin se pasaba la mayor parte del tiempo imaginando a Hyunjin de todas las formas posibles.

—Bueno, aprendí cuando era muy pequeña. Nana me enseñó.

—¿Nana? —preguntó en parte por curiosidad y en parte porque el adorable rostro de Kim parecía haberse iluminado al pronunciar ese nombre.

—Nana es nuestra abuela, tiene una pequeña pastelería en un barrio antiguo de Busan.

—¡Nana es genial! Siempre me deja lamer la cuchara de remover la masa después de hacer galletas —intervino Yeojin.

—Ella fue la que me enseñó a cocinar, me gustaría seguir sus pasos y convertirme en una gran repostera. Quizá abrir también mi propia pastelería.

El aire soñador de Hyunjin envolvió a Heejin y por un momento se imaginó a la chica ataviada con un delantal y con restos de harina en sus mejillas, cocinando lo que quizá sería un delicioso pastel de crema mientras ella la mira embobada y de vez en cuando prueba un poco de masa solo para molestarle.

Detuvo aquellos pensamientos y se golpeó mentalmente. Tenía serios problemas, estar expuesta durante tanto tiempo al embriagador aroma de Hyunjin estaba causando estragos en la alfa.

—Esto... Hyunjin. Llevamos mucho tiempo trabajando, quizá deberíamos parar por hoy y continuar otro día.

Mentiría si dijera que no estaba cansada, y la idea de estar a solas con Hyunjin un día más se le hacía realmente tentadora.

—Claro, Unnie. Lo siento, a veces pierdo la noción del tiempo. Podemos volver a quedar mañana, si le parece bien, claro. Si ya tiene algo que hacer...

—¡No! —interrumpió bruscamente, sobresaltándola—. Quiero decir, que no tengo nada que hacer. Podemos quedar, para acabar el trabajo —se apresuró a añadir.

Hyunjin sonrió, había temido que a su Unnie no le apeteciera estar otra tarde encerrada con ella y un montón de libros, pero, por algún motivo, el que Heejin aceptase le llenó de una extraña y cálida alegría. Se moría de ganas por decirle a Jiwoo que ella tenía razón, que no se debía juzgar a un libro por su portada.

Heejin no era mala, ni antipática, era una persona muy inteligente, a pesar de lo que todos pensaban, y había sido muy dulce con su hermanita. También era la alfa más guapa que había visto nunca, aunque prefería no pararse a pensar mucho en eso.

Cuando Heejin se marchó, no podía borrar la estúpida sonrisa que se había dibujado en su cara.

Por otro lado, la loba interior de la alfa estaba pletórica, y aún podía sentir el aroma de Hyunjin impregnado en su ropa. La omega era como un sueño hecho realidad, y era reconfortante saber que no le tenía miedo. Quizá fuera la primera persona después de Sooyoung que no retrocedía intimidante ante su presencia.

Esta vez llegó a tiempo para coger el autobús, aunque prefirió no haberlo hecho, así habría tardado más en regresar. El vehículo se detuvo en la parada que estaba a unas dos calles de su casa, y Heejin caminó sin prisas hasta la puerta de aquella especie de mansión incrustada en uno de los barrios más ostentosos de todo Seúl.

El portero le abrió la ornamentada puerta saludándole con un "Bienvenida de nuevo, señorita Heejin", como si se tratara de la grabación de un contestador automático. Ella asintió a modo de respuesta y subió las escaleras de mármol hasta su cuarto.

Su habitación era enorme, diáfana e impersonal. Se dejó caer pesadamente en el colchón King Size y cerró los ojos, trasladando su mente de nuevo a la casa de la pelinegra.

Sus hogares eran tan distintos; el de Hyunjin irradiaba calor familiar en cada metro cuadrado, y el suyo era tan sumamente frío que le helaba la sangre. Aunque, para Heejin, todos los lugares eran fríos sin la presencia de su omega.

INTOCABLE, 2jinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora