¿Por qué?

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Había una vez una joven llamada Clara, cuyo corazón estaba lleno de amor y esperanza. Clara siempre había creído en la bondad de las personas y en la posibilidad de que el amor verdadero lo conquistara todo. Un día, conoció a Andrés, un chico que parecía ser todo lo que ella había soñado: amable, carismático y con una sonrisa que iluminaba su mundo.

Al principio, su relación fue todo lo que Clara había deseado. Pasaban horas hablando, riendo y compartiendo sueños. Para Clara, Andrés se convirtió en el centro de su universo, y cada momento a su lado era una prueba de que el amor verdadero existía. Sin embargo, con el tiempo, Clara comenzó a notar cambios en Andrés. Sus palabras, que antes eran dulces, se volvieron frías y distantes. Las promesas que le había hecho comenzaron a desmoronarse, y los desplantes y malos tratos se hicieron cada vez más frecuentes.

A pesar de todo, Clara se aferraba a los recuerdos de los buenos tiempos, convencida de que si amaba lo suficiente, podía recuperar a aquel Andrés que tanto la había hecho feliz. Cada vez que Andrés la lastimaba, Clara encontraba excusas para justificar su comportamiento. "Tal vez está pasando por un mal momento", se decía, "seguro que mañana todo mejorará".

Sin embargo, los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, y la situación solo empeoraba. Clara estaba atrapada en un ciclo de dolor y esperanza, incapaz de ver la realidad: Andrés ya no la quería. Sus amigas y familiares intentaban hacerle ver la verdad, pero Clara estaba cegada por el amor que aún sentía. No podía aceptar que la persona a la que había entregado su corazón ya no la amaba.

Una noche, después de un doloroso enfrentamiento con Andrés, Clara se sentó sola en su habitación, llorando. Fue entonces cuando algo dentro de ella cambió. Se miró en el espejo y se dio cuenta de que la persona que veía reflejada era solo una sombra de quien había sido. Se dio cuenta de que había estado perdiendo su dignidad y su felicidad por alguien que no la merecía.

Con el corazón roto pero decidido, Clara comenzó a tomar pequeños pasos para sanar. Se rodeó de personas que la querían y la apoyaban, y empezó a redescubrir quién era sin Andrés. Aunque al principio fue difícil, con el tiempo, Clara aprendió a ver las cosas como realmente eran, no como ella las había sentido. Entendió que el amor no puede ser forzado y que no podía seguir engañándose a sí misma.

La aceptación llegó lentamente, pero Clara se dio cuenta de que merecía un amor verdadero, uno que fuera recíproco y lleno de respeto. Su corazón, aunque bondadoso, aprendió a protegerse y a valorar su propia felicidad. Y así, Clara siguió adelante, más fuerte y más sabia, con la esperanza de que un día encontraría a alguien que la amara tanto como ella era capaz de amar.

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