La fiesta

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—Gracias por llegar tan temprano —nos dijo Jessica mientras entraba.

—¿Temprano? —cuestionó Romina, deteniéndose en el marco de la puerta, a lo que choqué con ella, pues llevaba mis lentes en la mano para no arruinar el disfraz—. Pero si son las nueve y dijiste que había que llegar a las ocho.

Yo mejor no me metía con eso. En cuanto a horarios, siempre fui un desastre. Orgullosamente puedo decir que siempre llegué tarde a clases, contando con una marca perfecta de atrasos en el colegio como para poder tapizar mi habitación con pases y citaciones por ello. Afortunadamente, en la universidad no citaban al apoderado por llegar tarde.

—Oh cierto... ¿no revisaron el grupo de la fiesta hoy?

—No —respondió Romina.

—Claro. Pues, quedamos en que mejor llegaran a las diez de la noche, ¡pero pueden ayudarme con los preparativos!

—¿Podemos comer mientras te ayudamos?

—Claro, pero sin tomar alcohol. Estamos algo justos y hay que dejar para la fiesta.

Empezamos a acomodar la comida y las botellas de licor en silencio, hasta que Romina rompió el hielo, con la peor pregunta:

—CC, ¿qué tal todo con el ingeniero?

—Espera, ¿sales con un ingeniero? ¿Y qué pasó con el Rodri entonces?

—A ver, esperen un poco —pedí entre risas—. Primero, no es un ingeniero, está estudiando todavía, y segundo...

—¡Ah! Entonces sigues saliendo con el Rodri. —Me interrumpió Jessica, pues su amigo Rodrigo también estaba estudiando ingeniería.

—¡No! Entre Rodrigo y yo no pasó algo, o al menos nada formal. Además, eso fue hace meses y solo porque me lo presentaste.

—¿Quién es Rodrigo? —Me interrogó Romina, confundida—. Yo hablo de un weon de ingeniería industrial.

—¿Y tú cómo sabes eso? —pregunté indignada—. A ninguna le había hablado de él.

—Tu primo me contó —afirmó Romina—. Mala idea ponerte a salir con un conocido de tu primo.

—Entonces no puede ser el Rodri —comentó Jessica—, porque él estudia ingeniería civil en construcción.

Again, no tuve algo formal con Rodrigo y lo que pasó fue hace meses. Anyway, sí he estado en algo con un chico que estudia ingeniería industrial. Se llama Pablo, pero no estamos en una relación y él me estresa, porque no es claro con lo que quiere. Según, está herido y teme que nos lastimemos.

—Entonces no vale la pena.

—Ni siquiera estamos en una relación, pero sí me gusta y ese es el problema.

—Lo que me llama la atención —acotó Romina—, es que, ¿con cuántos has salido en los últimos meses? Porque recuerdo que también tuviste algo en una fiesta con un weon que era amigo de tu mejor amigo, ¿no?

—No era necesario que me recordaras eso. De todos modos, sigo soltera y ya, no es como que esas relaciones importaran, podría comerme a tres en un día y no importaría. Y no me malinterpreten, tampoco es como que no pueda estar un día sin agarrarme a alguien.

—¿Quieres hacer una apuesta?

—Tal vez. Di en qué consiste y yo veré si le entro.

—Pasa todo el carrete sin besar a alguien. Si lo haces, te daré diez mil pesos. Si no, tú me das diez mil a mí.

—No es justo, ya pagaste por esto como para además tener que darme diez mil por simplemente no besar a alguien. Es fácil e injusto.

—Ya lo veremos —expresó mientras empezaba a reír, seguida por Jessica.

Los lentes de Cenicienta [ONC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora